Primera maratón del año y segunda internacional para el currículo tras Lisboa.
Cuando mi hermano y yo decidimos inscribirnos a esta maratón, teníamos claro que ahora sí iba a ser "correr en el extranjero" de verdad.
Lisboa fue una gran experiencia y un maratón muy recomendable, pero es cierto que el "salto" de pasar de correr en España a correr allí es mínimo. Misma cultura, idioma muy similar...
Para nuestra maratón internacional de este año buscábamos una experiencia completamente distinta; queríamos conocer un nuevo país y una nueva cultura maratoniana.
La elección fue Copenhague, pero unos horarios de vuelos excesivamente ajustados a mi trabajo nos hicieron descartar esa opción (con todo el dolor de nuestro corazón, dicho sea de paso). Mi imposibilidad de coger días libres me limita muchísimo a la hora de montar estas expediciones maratonianas, pero bueno, hay que ajustarse a la situación que le toca a cada uno.
Por lo tanto, tras habernos hecho la idea en verano de que correríamos en Copenhague, nos veíamos de nuevo en el punto de salida para buscar una nueva maratón internacional.
Se da la curiosidad de que, cuando elegimos Lisboa como nuestro primer destino foráneo, yo dije en plan bobada: "Lisboa 2015, Düsseldorf 2016 y Estocolmo 2017".
Me llamaba la atención el cartel que promocionaba la carrera en la revista Distance Running, e incluso en la feria del corredor de Barcelona cogí el folleto del stand de esta maratón.
Fue entonces cuando mi hermano reactivó la opción alemana y comprobó que los vuelos cuadraban a la perfección. Ni una palabra más; teníamos destino y objetivo a la vista: el Metro Group Marathon Düsseldorf. Era el destino...
Como nota informativa, decir que mi "predicción" de 2017 es imposible debido a mi trabajo, así que esta vez nos va a tocar pensar, jaja.
Para esta maratón ya comenté anteriormente que mi hermano y yo decidimos aumentar la exigencia con respecto a Lisboa, y tratar de movernos en un ritmo de 4:55 - 5:05.
Para nosotros es un gran reto porque, aunque tengamos tiempos en media maratón para aspirar a un ritmo más alto, no podemos pasar por alto nuestra realidad, y esa es que hacemos unos 45-50km semanales, por lo que vamos muy cortos de fondo para mayores empresas.
Además, no nos atrae lo más mínimo esa "marquitis" que hay en torno a esta distancia, sobre todo en España, que parece que sólo se disfruta de un maratón si se hace el tiempo X en meta, o que sólo se puede ir a Sevilla y Valencia año tras año porque son muy rápidos. Respeto a quienes lo hagan, pero repito que eso no va con nosotros.
Nosotros corremos para disfrutar, no nos desvivimos por parar el reloj en un tiempo determinado y basamos en ello nuestra satisfacción.
Los ritmos en entrenamientos y carreras estaban saliendo, por lo que llegábamos preparados mejor que nunca.
Todo estaba dispuesto para disfrutar de un acontecimiento así como se merece.
El viernes a las 15:20 iniciamos nuestra segunda aventura maratoniana internacional.
En Chamartín nos reunimos con Alejandro y de allí al aeropuerto.
Tras un vuelo sin problemas, llegamos a Düsseldorf, ciudad más rica de Alemania y con las tiendas de las firmas más lujosas.
El traslado desde el aeropuerto es muy sencillo, ya que sólo hay que coger el tren de cercanías S11 hasta la estación de la ciudad, Düsseldorf HDF, en un trayecto de apenas 15 minutos.
Nuestro alojamiento, el Hotel Bejuna, está situado a escasos 5 minutos andando desde la estación y a otros 5 de la feria del corredor. Además, el Alstad o casco antiguo y la zona de Salida/Meta se encontraban a 1'5km, por lo que nuestros desplazamientos por la ciudad eran muy cómodos.
Cenamos nuestra ya clásica empanada paterna de viernes premaratoniano y a la cama a descansar.
El Sábado iba a estar dedicado a recoger los dorsales a primera hora y a hacer turismo.
Düsseldorf es una ciudad moderna, con grandes avenidas, tiendas y hoteles de lujo y muchos parques y zonas verdes. Además, la denominada "ciudad del Rhin" gira en torno al río, y el magnífico paseo paralelo a su rivera recoge los edificios y lugares más emblemáticos.
La recogida de dorsales y la feria del corredor abren a las 10h en un imponente edificio acristalado, sede del banco patrocinador de la carrera. Es una feria pequeña pero bien organizada, con varios stands de otras maratones alemanas y algunos productos deportivos a la venta.
La camiseta de la prueba había que comprarla al realizar la inscripción, y costaba 20 euros. Es de la marca Diadora y la verdad es que es muy bonita; merece la pena.
En cuanto a la climatología, el Sábado las previsiones daban la posibilidad de lluvias leves y temperaturas suaves. Para el domingo, sin embargo, las previsiones de lluvia se mantenían pero las temperaturas bajaban bastante.
Ya el Sábado pudimos comprobar mientras pateábamos la ciudad que había algunas zonas (especialmente las cercanas al río) en las que el aire soplaba con fuerza y bajaba mucho la sensación térmica.
Tras recorrer gran parte de la ciudad y alucinar con los precios de los artículos expuestos en los escaparates de la Konigsallee (una de las calles comerciales más lujosas y bonitas de Europa), llega la hora de cargar hidratos, y el restaurante italiano Pinocchio con sus excelentes pizzas caseras desde luego fue una magnífica opción para hacerlo.
Ya comidos, otro paseito para hacer la digestión. En multitud de calles por las que pasamos estaba ya pintada en el suelo la línea azul que marca el recorrido ideal a seguir en la prueba de mañana, por lo que vamos comentando los tres nuestras observaciones y pensamientos de la gran cita que estaba por llegar.
Antes de recogernos en nuestro hotel, dos paradas obligadas: la primera para degustar la cerveza típica del lugar, la Altbier; y la segunda en un supermercado para comprarnos la cena.
Ya sólo queda descansar bien para el gran día.
A las 6:30 nos levantamos, e iniciamos el clásico ritual de desayuno y preparativos de material.
A las 8:15, 45 minutos antes de la salida, ya estamos en la zona habilitada como ropero, donde destacan varias carpas en las que, además del mencionado, se ofrecerán servicios de masaje, ducha y avituallamiento final al terminar la carrera.
Otro aspecto muy destacado es la gran cantidad de cabinas de baño presentes en la zona de salida, por lo que las colas son mínimas y todos podemos liberar esas "tensiones" tan necesarias antes de enfrentarte a una prueba de esta magnitud.
El tiempo es bastante frío, y eso aumenta aún más las ganas de empezar a correr.
La lluvia, sin embargo, parece que no va a hacer acto de presencia, al menos de momento.
Justo antes de comenzar, decidimos colocarnos tras los globos de 3:30 para, si comprobamos que mantienen el ritmo que deberían, utilizarlos como referencia e ir con ellos.
La salida se produce de forma escalonada, con lo cual, no hay ningún tipo de agobio y se puede encontrar el ritmo desde el principio.
Desde el primer momento vemos que los globos van a un ritmo bastante constante (en torno a 4:55), con pequeñas variaciones en algunos kilómetros pero todo dentro de lo establecido. La verdad es que realizaron su labor de forma excelente, teniendo en cuenta la dificultad y lo mal que lo hacen las liebres en otras carreras (sin ir más lejos, en Lisboa o Segovia, por ejemplo).
Por lo tanto, nos integramos en el numeroso grupo de atletas que seguíamos a los globos de 3:30, donde algunos de ellos se convertirían en anónimos compañeros de muchos kilómetros.
Mención especial para Lewandowski, un corredor ataviado con la camiseta de dicho jugador, guantes del Bayern y gorra y medias rojas, que nos llamaba la atención por su modo imperturbable de correr: siempre en línea recta, siempre la misma postura; como un robot.
La verdad es que es una gran experiencia ir observando a la gente que se enfrenta a este reto tan enorme a la vez que tú y descubrir sus manías y peculiaridades, que todos tenemos, y darte cuenta de las mil y una maneras con las que se puede afrontar un maratón.
El tiempo para correr este tipo de distancia es muy bueno, ya que hace fresquito y apenas se suda y, de momento, la lluvia no hace acto de presencia.
Los kilómetros van cayendo muy deprisa, lo cuál siempre es una excelente señal, y nos plantamos en el kilómetro 10 en un tiempo de 49:55. Primer mini objetivo alcanzado; vamos a por la mitad de carrera.
Nosotros nunca cogemos nada en los avituallamientos antes del kilómetro 10, y nunca comemos hasta la media maratón. No sé si es lo idóneo o no, pero nosotros lo hacemos así y nos va bien.
Ahora la carrera nos lleva al otro lado del Rhin, cruzando uno de sus puentes, por el cuál volveremos a cruzar de nuevo buscando el núcleo urbano sobre el kilómetro 23.
Dicho puente presenta los dos mayores desniveles de la carrera, que destaca por ser completamente llana.
Cuando cruzamos el puente, nos cruzamos con los atletas que encabezan la prueba, y resulta increíble ver los ritmos y las zancadas que llevan. Desde luego juegan en otra liga, jaja.
La parte de la carrera al otro lado del río es muy diferente, y las calles son mucho más estrechas.
En esta parte, además, el aire se hace notar con más fuerza y, tradicionalmente, estos kilómetros centrales suelen hacerse bastante duros, ya que es cuando el cuerpo tiene que ir asimilando que hoy va a tocar correr más de lo habitual.
Por todo ello, mi hermano apunta como momento clave para la moral el volver a cruzar el puente, y lo cierto es que no puedo estar más de acuerdo con él.
Volver a la zona central de la ciudad, superar las dos subidas de la prueba y dejar atrás esa zona habiendo pasado el punto medio, se presumía clave.
De camino, llegamos al arco de la Media Maratón en un tiempo de 1:44:53, con el desfase de metros incluido, por lo que recorrimos los primeros 21 kilómetros en 1:43 largos, un tiempo de paso excelente para nosotros (11-12 minutos más rápido que en Lisboa).
Ahora sí llega el momento de enfilar el puente de "vuelta" a Düsseldorf. El kilómetro 30 es nuestra siguiente referencia.
En este punto haré una pausa para hablar de los avituallamientos, y no puedo usar otro calificativo que no sea excelentes.
Agua e isotónicas en vasos de cartón, y había tantos que no te quedabas sin coger uno ni aunque quisieras.
Además, plátanos ya cortados y sin cáscara. Ojo a esto último, ya que siempre te toca estar pelándolos, y encima suelen estar ya un poco revenidos. Sin embargo, estos plátanos, al menos los que cogí yo, estaban en perfectas condiciones.
Por último, un par de avituallamientos de geles, de los cuáles cogimos el primero de ellos un poco antes de llegar al kilómetro 30.
Es más o menos a esta altura donde, en un avituallamiento, se nos escapan los globos unos metros, que a la postre ya serían irrecuperables (aunque lo cierto es que en ningún momento pretendimos hacerlo).
En el kilómetro 30 de una maratón ya dejan de importar los ritmos y el gps. Ahora serán las piernas y las fuerzas que queden las que marcarán el resultado final.
Por fortuna, los kilómetros siguen cayendo a los mismos ritmos que cuando íbamos tras los globos, lo cuál indica que de momento tenemos gasolina en el depósito.
He dicho que los kilómetros caían al mismo ritmo, y es cierto, pero para las piernas. Para la cabeza, cada kilómetro parecen 5 de antes, y la cuenta atrás se hace interminable. Esto es un maratón y desde luego nadie dijo que fuera a ser fácil.
La gente anima bastante y, aunque hay algunas zonas más desangeladas, en general se puede sentir que la ciudad sí apoya su maratón, y hay varios puntos con grupos musicales, cheerleaders y speakers que te animan por tu nombre.
El apoyo y ánimo de la gente es fundamental para los corredores; sin ellos no sería lo mismo.
Nuestras piernas comienzan a encender la luz de reserva.
Estamos casi en el kilómetro 40, y sabemos que el tiempo en meta va a ser muy bueno.
Vamos a bajar con creces nuestro tiempo de Lisboa y yo voy a superar también mi MMP de Barcelona.
Tras unos mentalmente durísimos kilómetros 40 y 41, ya que te cruzabas con los atletas que iban por delante de ti y te daban unas ganas terribles de ser uno de ellos para dejar de sufrir ya (jeje); bajamos por fin a la zona del río, donde una atmósfera azul (alfombra, arco y vestuario de las cheerleaders) te recibe y te grita que ya lo tienes, que estás en la recta de meta, que el Maratón de Düsseldorf te espera a 100 metros y que toca saborear todo lo entrenado desde el mes de Enero porque ha merecido la pena con creces.
Finalmente, nos separamos y nos preparamos para cerrar esta increíble experiencia con nuestra clásica entrada, parando el reloj en un tiempo oficial de 3:31:55 y real de 3:31:21.
Nada más cruzar la meta nos abrazamos y unos voluntarios nos cubren con una manta térmica y nos cuelgan nuestra merecida medalla.
Tengo las piernas que no dejan de temblar y me duelen muchísimo. Además, estoy totalmente destemplado y tiritando.
El breve recorrido hasta la carpa donde estaban el ropero y el avituallamiento final es un auténtico calvario. Desde Madrid en mi primer maratón no había tenido las piernas así de cansadas.
Ya cambiados, nos ponemos morados a cerveza (sin alcohol), coca cola, isotónica y berliners, unos bollos rellenos de mermelada que entran sólos.
Tras estar sentados reponiendo fuerzas durante un buen rato, iniciamos el paseo de vuelta a nuestro hotel y que tiene un efecto reparador maravilloso para las piernas, que me dejaron de doler al instante y ha sido la vez que menos secuelas me han quedado en ellas.
Pues ya tenemos una muesca más en el revólver y una muy especial, además.
Extraordinaria experiencia la vivida este fin de semana, y un maratón muy recomendable para todos aquellos corredores que un año decidan no correr en Madrid a finales de Abril.
Ahora se inicia de nuevo la fase de buscar el próximo destino más allá de nuestras fronteras, pero eso ya será en el 2017.
En próximo maratón será el I Maratón de Burgos del 9 de Octubre, sin olvidarnos de ese increíble reto de 40km por la sierra de Riaza que nos espera el 4 de Junio.
DANKE, DÜSSELDORF!!