Una nueva edición de la Media Maratón de Segovia y, por tercer año consecutivo, yo ando bajo el acueducto con un dorsal en el pecho.
Lo he dicho los demás años: es mi carrera especial.
Es la razón por la que empecé con esta maravillosa afición, el recorrido y el ambiente que la rodean son inigualables, y Segovia es una ciudad que siempre irá unida a mí.
En cuanto se hizo pública la fecha en la que tendría lugar y vimos que era compatible con el calendario de mi hermano, no nos lo pensamos dos veces: inscritos desde el primer día.
Hace dos años ya compartimos juntos esta carrera, por lo que estábamos deseando repetir experiencia.
Se da la circunstancia de que, este año (y en los sucesivos), sería la primera vez que iba a disputar esta carrera sin estar viviendo allí. Obviamente el esfuerzo no es el mismo, pero Segovia y su media bien lo merecen. Como he dicho, no es una carrera más.
Quiero realmente que esta prueba sea "mi carrera". Quiero acudir siempre que las circunstancias me lo permitan y convertirla (que lo es ya) en una fecha marcada en rojo para mí, en una tradición.
A parte del aspecto lúdico de la prueba, para nosotros era la última tirada larga de cara a la Maratón de Düsseldorf que disputaremos en dos semanas, y con la que ponemos el punto y final a una preparación que ya dura desde Enero y que sin duda ha sido la mejor de cuantas hemos realizado hasta la fecha.
En Alemania vamos a dar una vuelta más al nivel de exigencia y, si en Lisboa el ritmo fijado era 5:20-5:30, en Düsseldorf el objetivo es movernos en la franja del 4:55-5:05. No buscamos un tiempo concreto en meta, simplemente mantener ese ritmo todo lo que podamos. Jamás romperemos nuestra primera e innegociable premisa maratoniana: para sufrir y mirar tiempos hay otras carreras; aquí el objetivo es disfrutar.
Por lo tanto, nos presentábamos en Segovia con la idea de correr a un ritmo exigente, pero ni mucho menos buscando nuestro límite. Trataríamos de acercarnos al 1:35, un registro que en este trazado ya no es ninguna broma (de hecho yo el año pasado hice 1:34:59 dando todo lo que tenía), y que nos haría completar un último entrenamiento de calidad muy positivo.
Mi amigo Alejandro nos había recogido los dorsales el Viernes, pero aún así decidimos pegarnos un madrugón considerable para llegar sin agobios.
Conozco muy bien la ciudad y sé que con los cortes de la carrera y la gran cantidad de coches que habrá ese día, puede ser bastante complicado el poder aparcar en un sitio no demasiado lejano.
Y resultó todo un acierto.
La carrera empezaba a las 10:30, pero a las 8:50, cuando estábamos entrando en la ciudad, ya se veían muchos coches aparcados y corredores por las calles, y el acceso al Acueducto, arteria fundamental de la ciudad, ya estaba cortado.
Conocer la ciudad fue de gran ayuda, y aparcamos sin problemas al lado de casa de mi amigo, a escasos 5 minutos de la Salida.
Teníamos una hora y media para estar tranquilos y relajados, hablando de nuestras cosas.
Eso siempre se agradece antes de correr.
Media hora antes de cañonazo de Salida, y en un alarde de vagancia por nuestra parte, bajamos hacia el Acueducto andando en vez de calentar un poquito.
Una vez allí, Alejandro se separa para colocarse en una buena posición y nosotros nos perdemos entre el "populacho runner".
Veo varias caras conocidas de padres de antiguos alumnos y excompañeros, con los que comparto unos minutos de animada conversación.
Siempre le gusta a uno volver a un sitio donde dejaste gente que te aprecia y que se acuerda de tí.
Ahora sí ya colocados en posición, me encuentro con los miembros de mi club que han venido a correr hoy aquí. Somos 6 en total, y dado la gente que suele moverse fuera de Valladolid, no está nada mal (aunque es cierto que dos de ellos son con los que entreno y han venido por el coñazo continuo que les he dado con esta carrera).
Climatológicamente hablando, no hay amenaza de lluvia (sí llovería ya por la tarde) pero sopla un aire bastante fuerte y frío.
Tenía pensado salir en tirantes y con los manguitos, pero al final decidí dejarme puesta la camiseta de manga corta, y no me sobró en ningún momento.
La carrera recorre todo la ciudad, y la variedad paisajística y monumental es insuperable.
A todo ello hay que añadir que cada persona presente en la ciudad sale al encuentro de los corredores, mezclándose familiares, residentes en la ciudad, restauradores que se toman un descanso en su trabajo, y turistas; todos ellos contagiados por ese ambiente único que tiene esta carrera.
Quién haya corrido aquí, entenderá de lo que hablo.
Ahora sí, cañonazo de salida y esto empieza.
El primer kilómetro es hacia abajo, pero la gran concentración de gente hace muy complicado el correr a un ritmo medianamente rápido.
En el kilómetro 2 comienzan las hostilidades, y la carrera nos dirige hacia la localidad de La Lastrilla y el barrio de El Sotillo, ambos extensiones de la ciudad.
Son dos kilómetros de subida continua que se hacen duros, ya que además es la parte más fea del recorrido.
Eso sí, con gran cantidad de gente animando e incluso una banda de dulzaineros locales amenizando el paso de los corredores.
A continuación, llega un tramo largo de bajada de aproximadamente un kilómetro que nos devuelve a la ciudad, acercándonos al barrio de San Lorenzo.
Poco a poco ya se puede correr con más espacio, pero sabemos que el tramo de San Lorenzo y de La Alameda es bastante estrecho, y en ocasiones forzamos un poco la máquina para adelantar grupos de gente e ir un poco más holgados.
El tramo del barrio de San Lorenzo me encanta. Es como correr por un pueblo dentro de la propia ciudad. La plaza de la iglesia, calles estrechas, puentes sobre el río Eresma y muchísimo ambiente hacen verdaderamente especial esta parte de la carrera.
Llegamos a la zona del río y recorremos el paseo de 700 metros de la Alameda del Parral, que discurre paralelo al río y que te hace desconectar por un momento de correr por un trazado urbano y disfrutar de un entorno natural realmente bonito.
Nuestro ritmo es bastante bueno, inferior a ese 4:30 que usamos como referencia, pero sabemos que lo duro está por llegar y que luego va a tocar apretar los dientes.
Tras la Alameda, una corta pero durísima subida de adoquines que hace mucho daño y que te rompe por completo el ritmo. Año tras año me sigue pareciendo quizás el punto en el que más sufro, junto con la subida de la iglesia de Santo Tomás (mi historia con esta rampa ya viene de lejos).
En este punto se encuentra la principal variación introducida este año en el recorrido: se hace todo el tramo del río en dirección a la Fuencisla y, tras completar el recorrido por el parque del santuario en la dirección opuesta, se afronta desde abajo del todo uno de los puntos más espectaculares de toda la carrera: la subida hacia el acueducto por Santo Domingo de Guzmán.
La distancia entre la Fuencisla y el Acueducto es de 1'5 kilómetros. No todo es subida, pero sí al menos un kilómetro, y la segunda parte, a partir de la rotonda, es muy exigente.
Cogemos un ritmo constante y vamos superando corredores, dejándonos llevar por los ánimos del público situado a ambos lados de la calzada.
Aquí la gente aplaude y anima de verdad. Saben lo dura que es esta carrera y se vuelcan con los corredores, que se sienten, nos sentimos, héroes por un día.
Impresionante esta subida y la vista del Alcázar en lo alto gobernando la ciudad.
En este tramo se encuentra el paso por el kilómetro 10, el cuál hacemos en 45' clavados.
De momento vamos al ritmo fijado, pero la segunda mitad es mucho más exigente, y nos va a costar mantener ese 1:35 en meta.
No nos preocupa en absoluto: hemos venido a disfrutar y a realizar una última tirada exigente de cara a la maratón, objetivos ambos más que cumplidos.
La curva final se nos hace un poco larga, pero justo a continuación llega el mejor momento de la carrera: la subida por una Calle Real que se ha convertido en un pasillo de gente agolpada que grita y aplaude sin parar el paso de los corredores.
Imposible que no se pongan los pelos de punta.
Si tuviera que elegir un sólo instante, un momento que represente el por qué me gusta tanto correr, sin dudarlo elegiría éste.
Los kilómetros que recorren el casco antiguo de la ciudad son espectaculares.
Los monumentos se suceden sin parar (Catedral, Judería, Alcázar, Casa de los Picos, montones de iglesias...) y la gente copa las calles, otorgándole a esta prueba un marco incomparable y una seña de identidad única.
La Media Maratón de Segovia es la carrera del Acueducto, de las subidas, del adoquín, de los monumentos; pero, sobre todo, es la carrera de la gente.
Son ellos los que convierten esta prueba en una fiesta.
¿Quién ha corrido aquí y no recuerda a las mujeres que ofrecen naranjas en cestos a los atletas a su paso por la Catedral justo antes de entrar a la Plaza Mayor?
Ya forman parte de la carrera.
Bajamos de nuevo a la ciudad "nueva" y afrontamos el momento clave de la carrera.
Son tres kilómetros de subida continua subida que se hacen muy duros.
Las piernas están ya muy machacadas, debido a las constantes subidas y bajadas y al suelo adoquinado tan característico en muchos tramos de la ciudad.
Las hostilidades comienzan en la subida de la Iglesia de Santo Tomás (anteriormente ya he comentado lo mucho que se me atraganta) y finalizan tres kilómetros más tarde en la rotonda pasando el Arco de Madrid.
El punto más destacado de este tramo es sin duda la subida de José Zorrilla. Presenta posiblemente el mayor desnivel de todas las subidas largas de la carrera y es adoquinada, lo que, unido al estar ubicada en la parte final, la confieren una dureza significativa.
Además, ésta es una de las calles más importantes de la ciudad, por lo que es también un punto en el que se concentra gran cantidad de público.
Por fin llegamos a la rotonda e iniciamos un breve tramo de descenso (donde mi hermano, como hace dos años, me vuelve a pegar un tirón que me deja atrás. Menos mal que esta vez iba mejor de fuerzas, jaja) que nos llevará, tras un giro a la derecha, a afrontar, ahora sí, el último tramo ascendente de la carrera, pasando por la antigua cárcel y buscando la Avenida del Padre Claret.
Quedan dos kilómetros, y ya vamos bajando como tiros buscando la línea de meta.
Llegamos al inicio del acueducto y corremos paralelos a él, para posteriormente cruzar por debajo de uno de sus arcos, realizar un breve callejeo y enfilar una abarrotadísima Fernández Ladreda.
Espectacular recta de meta corriendo por un pasillo vallado repleto de gente que anima sin para y con la visión en el horizonte de un Acueducto que cada vez está más cercano.
La emoción del momento casi hace imperceptible que es una larga recta que va siempre picando hacia arriba.
Veo el reloj y le digo a mi hermano que tenemos a tiro el 1:35.
Ya a punto de cruzar, hacemos nuestra clásica entrada y paramos el crono en un satisfactorio 1:35:39. Objetivo cumplido.
Nos abrazamos y nos colocan al cuello nuestra merecida medalla.
Nos reunimos con Alejandro y con mis compañeros del club, tras cambiar impresiones sobre la carrera, ponemos punto y final a la jornada con un festín en una hamburguesería que nos sabe a gloria.
¿Qué puedo añadir sobre esta carrera que no haya dicho ya?
Simplemente, que todo el que pueda debería venir a ser parte de esta gran fiesta del atletismo que es la Media Maratón de Segovia.
Si nada me lo impide, aquí volveré el año que viene.
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