Última carrera de una serie de 6 fines de semana consecutivos con dorsal en el pecho, y la verdad es que ya he terminado un poco saturado.
Es cierto que todas ellas, salvo quizás la Media Maratón de Dueñas, me han encantado y sin duda las volvería a correr (de hecho en algunas cuento con hacerlo), pero también es verdad que se hace un poco pesado el tener que madrugar cada domingo y desplazarte al lugar de la carrera.
Al final, cada prueba para a ser "una más", y yo lo que quiero es disfrutarlas, que el correr carreras no es una obligación.
Ya expliqué los motivos por los que llené mi calendario con todas estas carreras, pero a partir de ahora me ha quedado claro que prefiero seleccionar un poco más las pruebas en las que participar, y así disfrutarlas a tope. Que correr una carrera sea algo que se espera con ganas, no un hecho rutinario al que se acude por inercia.
Tras Düsseldorf, acudía a Palencia a disputar una carrera que desde el momento en que supe de su existencia, enseguida me atrajo mucho.
La familia de mi padre es de Palencia, por lo que desde muy pequeño es un sitio vinculado a mí por el que siento mucho cariño, y siempre el imponente Cristo dominando la ciudad desde su otero ha llamado mi atención.
Por lo tanto, esta carrera era la ocasión perfecta de conocer una parte de la ciudad y sus alrederores, que ya había explorado un poco en un entrenamiento desde casa de mi abuela y me había causado una gran impresión; y disfrutar de nuevo de mi tipo de prueba favorita.
Además, tras estar toda la semana post maratón sin ponerme unas zapatillas, esta carrera me serviría como empujón para vencer la pereza y volver a salir a correr.
Eso sí, sin ritmos ni objetivos que fueran más allá de simplemente disfrutar.
Este trail pertenece al circuito de carreras de la Copa Aventura, del cual ya disputé su primera prueba en Enero, el Trail Ciudad de Palencia.
La hora permite llegar sin prisas ni madrugones.
Aún así, y como viene siendo costumbre últimamente, llego al punto de recogida de dorsales cuando apenas hay un par de coches aparcados y se pueden contar los atletas presentes con los dedos de una mano.
El precio de la inscripción no es que destaque por ser muy barato (14 euros), pero la bolsa del corredor incluía una camiseta de bastante buena calidad y muy bonita, además de comida a base de pasta al final de la prueba.
El día para correr es estupendo. Cielo totalmente despejado y temperatura suave, que irá en aumento a lo largo del día.
La prueba consta de un recorrido de 12km en el que se recorren los tres cerros que hay en esa zona de la ciudad: el del Cristo del Otero, el de San Juanillo y el Páramo de La Miranda.
El trazado comienza bordeando el cerro del Otero para llevarnos al de San Juanillo, el cuál se corona por la subida más dura y donde se inicia un descenso que nos llevará a unas pistas forestales que nos introducirán en el Páramo de La Miranda. Allí, se afrontará la "vertical palentina", una subida de 400m y 130m de desnivel positivo con tramos que superan el 40%, para; posteriormente, iniciar el camino de vuelta y finalizar con la subida final hasta los pies del Cristo.
Instantes antes de comenzar, nos agrupamos en el parque situado en la base del cerro del Otero unos 100 corredores, lo que permitirá correr en todo momento sin ningún tipo de agobio.
Pistoletazo de salida y a correr.
El primer kilómetro es bastante cómodo, y permite ir ya a un buen ritmo.
Aparecen las primeras rampas, pero no son muy pronunciadas y se superan con facilidad.
No hay que esperar mucho para afrontar la primera de las tres subidas exigentes que presenta el recorrido.
Al llegar al cerro de San Juanillo toca subir por su cara frontal, una dura y larga subida que además es bastante incómoda para correr, ya que presenta varios surcos profundos donde poder hundir el pié.
Los corredores que van en cabeza sí que son capaces de realizarla corriendo casi en su totalidad.
Los que van a mi altura alternan correr con andar, y eso mismo hago yo. No puedo quitarme la sensación de que estoy haciendo el vago y me estoy limitando a subir sin sufrir, pero de verdad que hoy no era el día. No había ni piernas ni ganas para ello.
Así que me acomodo y me limito a seguir la hilera de corredores que me precede.
Tras coronar, toca afrontar un divertido descenso por la cara opuesta del cerro, que era la que yo conocía y por donde yo subí el día que entrené aquí.
Es un lugar que se caracteriza por la gran cantidad de surcos que hay en los senderos, que te obligan a estar alerta en todo momento pero que dotan a los mismos de un atractivo especial.
Ahora nos acercamos hacia el Páramo de La Miranda, que ya se sitúa al otro lado de la carretera, la cual cruzamos por un túnel.
Nada más salir, se afronta un largo tramo por una pista de piedras sueltas con una buena y constante inclinación.
Es un tramo pestoso que se me atraganta bastante.
Comentar que esta pista y el paso por el túnel se realizarán también más adelante en sentido inverso.
Por fin, abandonamos la pista y cogemos un sendero estrecho entre los árboles que nos lleva en un sube-baja continuo. Es sin duda la mejor parte de la carrera y en la que más disfruto.
A estas alturas es inevitable pensar en cómo será lo que me voy a encontrar en ese kilómetro 6'5. La llamada "vertical palentina", tan anunciada por la speaker en los momentos previos a la salida, ha sido presentada por la organización como un obstáculo muy serio.
Tanto es así que esos 400 metros son cronometrados, entregándose un trofeo al hombre y mujer que logren cubrirlos en el menor tiempo.
En estas llego al avituallamiento del kilómetro 6, donde se inicia un tramo muy cómodo por los márgenes del Canal de Palencia.
Tras cubrirlos a un ritmo sorprendentemente bueno, un par de voluntarios bloquean el paso y me "pican" la tarjeta que llevo en la muñeca. Y justo en ese instante en el que voy a arrancar a correr, me dicen: "por la derecha y hasta arriba".
Giro mi cuello lentamente, como cuando sabes que vas a ver algo que no quieres ver pero que es irremediable, y mis ojos se clavan en una pared verde con un sendero completamente desierto en medio. Sin embargo, a la derecha del mismo hay una hilera interminable de corredores subiendo por la hierba, y dando la impresión de estar clavados en el mismo sitio siempre.
Aún con la sorpresa a cuestas, un señor mayor apostado al inicio de la subida me dice: "chaval, vete por la hierba, que por el camino no vas a tener agarre y te vas a ir para abajo".
Y yo alucinando. ¿Pero dónde me he metido?
No queda otra que armarse de paciencia, agachar el lomo, manos a los cuádriceps y a empezar a ir acercándome a lo alto pasito a pasito.
El desnivel es brutal, y hay varias ocasiones en las que tengo que dar un par de pasos para atrás porque literalmente pierdo el equilibrio.
Es imposible apartar la vista del suelo; si miro lo que me queda y lo que estoy avanzando me voy a poner a llorar, jaja.
Aquí ilustro mi penitencia con fotos, donde puede uno hacerse cierta idea de como es la famosa vertical (pocas veces un nombre ha estado mejor atribuido), aunque esto es como Gran Hermano: hay que vivirlo desde dentro (menudo ejemplo cultural que he empleado, pero bueno...).
Tras media vida subiendo, por fin puedo tomar el sendero que recorre la parte superior del Páramo.
Sorprendentemente mis piernas van fenomenal, y empiezo a marcar los kilómetros a ritmos cercanos a 4:30.
Esta parte del recorrido no tiene ningún atractivo; es una zona completamente llana que atraviesa una central eólica, para enlazar posteriormente con la pista anteriormente comentada, que nos llevará poco a poco hacia el final de la carrera: la ascensión hasta el Cristo.
Tras marcar el último kilómetro antes de la subida final a 4:10 y dar alcance a tres corredores que me precedían, decido ponerme a liderar el grupo y afrontar en primer lugar el inicio de la subida.
Y es justo aquí donde, de repente, sufro un mazazo brutal que me deja sin fuerzas y hace que los demás miembros del grupo me dejen atrás.
Tengo que ponerme a andar, y sólo tras llegar al asfalto y ver el último tramo abarrotado de gente, tengo fuerzas para volver a correr y cubrir el ascenso final con muy buenas sensaciones, entrando en meta con ganas de más.
Espectacular esa última parte de la subida, recordando a esas etapas de montaña que tantas tardes de verano nos han acompañado en nuestros televisores.
Si yo organizara esta carrera, pondría la subida al Cristo íntegra por la carretera. Sólo de imaginarme la ascensión entera con el aspecto que presentaba el tramo final me pone los pelos de punta.
Una vez en meta, completo avituallamiento y comida de pasta, con posibilidad de repetir todas las veces que quisieras (yo al menos me zampé tres raciones).
Al final finalicé en el puesto 44 de la general con un tiempo de 1:07:05.
Satisfecho más con la experiencia que con mi carrera, ya que creo que podría haberla hecho bastante mejor.
No obstante, el objetivo de volver a correr tras la pereza post maratoniana y disfrutar de un nuevo trail está más que cumplido, así que muy contento.
Carrera muy recomendable. Dura, bonita y con un final mítico para cualquier palentino y espectacular para los que no lo sean. Excelente organización y trato al corredor, lo que ya parece una seña de identidad de los organizadores de la Copa Aventura.
Mi próxima carrera será la Media Maratón de Cerrato, el día 22 de este mes, donde trataré de hacer un buen tiempo. Al menos me gustaría bajar de nuevo de 1:30.
No hay comentarios:
Publicar un comentario