Una nueva edición de este clásico segoviano y mi segunda participación consecutiva en el evento.
En la crónica del año pasado ya expliqué los motivos por los que esta carrera es tan especial para mí y, una año más tarde, no sólo me reafirmo en todo lo dicho sino que aun me he enamorado más de esta carrera.
El recorrido es sencillamente inigualable. No hay ninguna ciudad en España que pueda ofrecer un trazado con semejante número y categoría de monumentos y a la vez una variedad paisajistica tan diversa.
Y si el recorrido es espectacular, qué decir del ambiente que rodea a la carrera: la ciudad entera saca sus mejores galas y se vuelca con su "hija" más querida. No hay en todo el año un evento que despierte mayor interés y expectación en la ciudad y sus gentes que la celebración de su media maratón. Todo el mundo habla de ella, toda la ciudad la espera con ansia y alegría. Segovia entera es una fiesta.
En el ámbito personal, venía a esta carrera con el objetivo de hacer un gran entrenamiento de cara a la Maratón de Vitoria del 10 de Mayo. El plan era rondar el 1:35, tiempo que no me supone correr al 100% pero que sí me exige bastante. Y más en este recorrido.
Llevo ya un par de meses entrenando con mucha más calma. He eliminado las series de todo tipo de mis entrenamientos y únicamente me limito a rodar y correr por sensaciones, unos 50km semanales aproximadamente.
Es evidente que con este cambio pierdo en velocidad, y mis tiempos en 10 mil se resentirán; pero ahora mis prioridades han cambiado. Aunque suene a mediocre o poco ambicioso, que lo es, no me apetecía sufrir entrenando. Ponerme las zapatillas y saber que tenía que hacer 5x1.000 por debajo de 4'/km, cuestas a degüello o cambios de ritmo me cansaba mucho mentalmente.
Dado que no pienso aumentar mis sesiones de entrenamiento, y como mi mayor objetivo como corredor es afrontar las maratones con garantías, decidí priorizar el fondo a la potencia o la velocidad. Y debo decir que estoy encantado con el cambio.
Sin duda estos dos meses han sido cuando más he disfrutado de ser atleta popular. Sin ritmos, tiempos ni presiones. Sólo correr.
El día anterior a la carrera salí a correr junto a mi novia por los montes que rodean a la ciudad, para preparar con ella el bonito reto de disputar juntos la Monumentrail del 23 de Mayo.
Aunque el ritmo para mí fue muy cómodo, el entrenamiento transcurrió por algunas subidas bastante duras y tramos de escaleras, que siempre exigen más a la musculatura. Aun así, como la idea no era correr a tope, no me preocupaba el que pudiera pasarme factura.
El domingo amaneció un día espléndido para correr. Bajo los arcos del acueducto nos dimos cita casi 3.000 corredores dispuestos a disfrutar y sufrir por partes iguales del trazado segoviano.
El ambiente que se respiraba desde el primer instante era espectacular: la ciudad estaba literalmente tomada por miles de personas que no paraban de animar.
A las 10:30 sonó el cañonazo de salida y todos a correr.
Este año me coloqué en posiciones delanteras, por lo que desde el inicio pude correr sin problemas. La salida es cuesta abajo y el verme tan adelante hace que mis piernas me pidan "guerra".
Primer kilómetro en 4:06. El plan establecido ha saltado por los aires. Ahora va a tocar arremangarse y darlo todo.
La subida hacia el Sotillo ya empieza a hacer daño, pero sé que luego hay un tramo prolongado de bajada y aprieto los dientes hasta el final.
Bajando hacia San Lorenzo analizo la situación y me reafirmo en mis pensamientos: ya que estoy, a ver qué tiempo me sale.
El callejeo por este barrio es una de mis partes favoritas de la carrera y, poco a poco, nos dirigimos hacia el Eresma y la Alameda del Parral, donde varios piragüistas animan el paso de los atletas.
Tras la durísima rampa del Monasterio del Parral, que te pone los gemelos a tono, nos acercamos a la Fuencisla, donde tras una breve vuelta al parque y un tramo de tierra paralelo al río, se coge un giro a la izquierda que marca el inicio de las hostilidades: el paseo de Santo Domingo de Guzmán nos conducirá durante un kilómetro de continua subida (especialmente dura la segunda mitad) hasta un nuevo paso por el acueducto.
Este tramo de la carrera me parece espectacular. Las vistas son preciosas, y es un punto en el que se concentra gran cantidad de gente que no para de dar ánimos a unos corredores que ya vamos notando la dureza del recorrido.
Hacia la mitad de esta subida se encuentra el paso por el kilómetro 10, el cual realizo en un tiempo de 43:48. Voy en tiempo de mis mejores medias (Getafe y Tordesillas) donde pasé por ese punto en 43:40 y 43:23, respectivamente. La verdad es que siento una gran satisfacción cuando veo ese tiempo en mi reloj, ya que estoy muy cerca de mis mejores resultados en un recorrido mucho más exigente.
Tras completar esta larga subida (donde su parte final ya se me hizo bastante dura) llegamos al, para mí, punto más espectacular de la carrera: la subida por la Calle Real. Cualquiera que haya corrido esta carrera no podrá olvidar esa subida por la calle más importante de la ciudad completamente abarrotada de gente animando a ambos lados formando un estrecho pasillo por el que pasamos los atletas. Pone los pelos de punta.
A pesar de que el público te lleva en volandas, no dejas de ir cuesta arriba, y las piernas cada vez las nota más cansadas.
Ahora la carrera nos lleva por un callejeo de 3 kilómetros por todo el casco antiguo, con el paso por el Alcázar y la Plaza Mayor con la Catedral como puntos más destacados. Es una parte del recorrido preciosa para la vista pero muy exigente para las piernas, ya que es un continuo sube-baja todo por calles llenas de adoquines.
Tras bajar del Casco Antiguo, ahora nos dirigimos a los barrios de San Millán, el Cristo del Mercado y La Albuera. Noto que las piernas ya me van justitas. Están más cargadas de lo que deberían. Es el kilómetro 15 de carrera y, aunque la exigencia ha sido alta, lo normal es que las sensaciones no fueran tan negativas. Empiezo a pensar que la semana de entrenamientos de intensidad habitual (tres sesiones antes del domingo y dos días de piernas) me está pasando factura. La idea era ir a un ritmo constante cercano al 4:30. Con esa idea en mente había planificado la semana, no para salir a tope. Tocaba sufrir.
Cada tramo de subida era una pesadilla para mis piernas. No tenía fuerza, y se me hacían interminables. El tramo de carrera del kilómetro 15 al 18 es infernal. Casi todo es hacia arriba (en especial José Zorrilla) y es la parte más fea de la carrera. Sufro bastante en esos tres kilómetros.
Me voy aferrando al pensamiento de que los tres últimos kilómetros son muy favorables.
Por fin, con las piernas ya muy castigadas, empiezo a enfilar la bajada hacia el acueducto.
Y mis piernas parecen revivir. De repente desaparece todo el cansancio y voy totalmente entero.
Incremento el ritmo y simplemente me dejo llevar por los ánimos de la gente (destacar en este punto la gran cantidad de apoyo y cariño que me brindaron muchos de mis alumnos actuales y pasados junto a sus familias a lo largo de toda la carrera. Desde aquí mi agradecimiento a todos ellos).
Ya de nuevo bajo los arcos del acueducto, afronto el último kilómetro, para llegar a una recta de meta dificilmente igualable.
Entrar en una Fernández Ladreda abarrotada de gente a ambos lados que aplaude y grita sin cesar y contemplando en todo momento como el acueducto cada vez está más cerca es un momento inolvidable.
Por fin, veo el arco de meta, y el reloj a punto de marcar ese 1:35 que me había fijado como objetivo. Al final, 1:34:59 que me deja muy satisfecho y que se convierte en mi tercera mejor marca en la distancia.
Es evidente que pagué el haber entrenado con normalidad durante la semana y la salida con mi novia del día anterior, pero no me arrepiento para nada de cómo he hecho las cosas.
En ningún momento tenía marcada esta carrera como un objetivo principal; al contrario. Siempre tuve claro que iba a ser un gran entrenamiento de cara a la Maratón de Vitoria.
Considero normal que la dureza del recorrido de pasase factura, sobre todo después de unos primeros 10 kilómetros que no estaban en el guión.
Eso sí, me quedo con el gusanillo de saber qué tiempo podría haber marcado con una semana previa más suavecita, pero ya habrá otras medias para eso (el 20 de Septiembre en Valladolid sí saldré a por todas y buscaré un buen tiempo en meta).
Confieso que esta carrera me encanta. Sin duda es la mejor de cuantas he corrido, por recorrido, ambiente... Para mí es una carrera especial y diferente al resto.
No prometo volver el próximo año porque no sé si lo cumpliré, pero desde luego estaré muy atento a ella a la hora de planificar mi calendario.
Próxima carrera: el Maratón de Vitoria del 10 de Mayo, donde me gustaría bajar de 3:40. Y, como siempre, disfrutar, por quinta vez ya, de la distancia mítica y de la carrera por excelencia.
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