Ya soy ultramaratoniano. Por poquito, pero lo soy.
Desde que me enteré de la creación de esta carrera, participar en ella siempre estuvo rondando mi cabeza.
La pasada Semana Santa, después del maratón de Barcelona, mi hermano y yo decidimos cubrir la distancia que separa Valladolid de Palencia por el Canal de Castilla. En total, unos 47 kilómetros.
Al final lo dejamos en Dueñas, en el kilómetro 30 y tras tres horas de esfuerzo.
Ese día se puso la primera piedra (aunque entonces no lo sabía) para embarcarme en este reto del que ahora escribo su crónica.
Tras varias dudas, principalmente causadas por su proximidad con el maratón de Lisboa (dos semanas), decido inscribirme y tomármelo como una tirada larga de cara a la cita portuguesa.
Es evidente que la maratón lisboeta es el objetivo prioritario de esta segunda mitad del año; pero lo es más como experiencia que como carrera en sí. Me explico.
Lo que más me apetece de Lisboa es compartir todo el fin de semana de su maratón con mi hermano y mi amigo Alejandro, en especial con el primero de ellos.
Sé lo importante que es esta carrera para mi hermano y la ilusión y esperanzas que tiene puestas en ella. Y yo quiero vivirlo junto a él en primera fila.
No me importan las marcas. Me veo en condiciones de batir mi marca, pero ya habrá tiempo de eso. Aquí no toca. En Lisboa compartiré cada zancada junto a mi hermano y espero poder entrar junto a él en la línea de meta bajando de las 4 horas. Ése es el objetivo.
Por lo explicado anteriormente, necesitaba una carrera donde exprimirme, que fuera un desafío, un reto. Y ésta carrera era perfecta.
Sin tiempos. No había marcas a batir. Con llegar a meta estaría conseguido. Me convertiría en ultramaratoniano.
La logística para mí era muy sencilla: media hora de coche hasta la dársena del canal en Palencia y, desde allí, recorrer 48 kilómetros hasta llegar a Frómista, donde un autobús de la organización me devolvería al punto de origen.
El Viernes, tras dejarlo todo preparado (mochila con aquarius, barritas y gominolas y chubasquero), me voy a la cama un poco más tarde de lo deseado pero con muchísimas ganas de afrontar lo que me esperaba al día siguiente.
A las 6 de la mañana suena el despertador. Últimos preparativos y me pongo en marcha.
La carrera comienza a las 10, pero la recogida de dorsales empieza a las 8 y el control de material es a las 9:30.
A las 8:15 aparco el coche junto a la Dársena del Canal y voy a por el dorsal y la bolsa del corredor.
Fuera, 4º y una sensación de bastante frío. Las previsiones decían que nos moveríamos en torno a los 20º a medio día.
Tras recoger el dorsal y la bolsa del corredor (camiseta técnica, algunos productos de alimentación y vaso plegable), decido esperar en el coche hasta poco antes del control de material.
Por fin, me digno a salir y acercarme al lugar de salida ya plenamente equipado.
Pasamos el control de material, donde exigían sistema de hidratación y chubasquero o cortavientos, y ahora ya sí que está todo listo.
A las 10 en punto, empieza la aventura.
Los primeros metros se desarrollan por el ramal de Palencia en busca del Canal de Castilla. Es una zona repleta de árboles y muy bonita. Poco a poco voy superando corredores y trato de encontrar mi ritmo de carrera.
He decidido empezar con los calentadores subidos hasta ir poco a poco cogiendo temperatura.
Hay muchos atletas, sobre todo los que van a los 107km, que llevan zapatillas de trail.
Yo conozco cómo es el firme del Canal a su paso por Valladolid, de tierra compacta con tramos de piedras sueltas, y decido primar la comodidad al poder clavarme un par de esas piedras, por lo que mi elección fueron las Saucony que me han acompañado en mis tres últimos maratones. Nunca me fallan.
He entrenado muchas veces por el Canal y sé que al cabo de un rato los kilómetros empiezan a parecer el doble. Es un terreno monótono sin apenas variaciones y con inmensas rectas. Hay que tomárselo con calma y mantener la cabeza centrada.
A los 32 minutos tengo que hacer mi primera parada técnica, y aprovecho para hacer una primera evaluación de daños. La verdad es que me noto muy bien de piernas y, sobre todo, muy motivado y con muchas ganas de seguir avanzando. Buena señal.
Cada llegada a un puente, dársena o pequeña localidad se agradece enormemente. Todo lo que sea una variación en el paisaje siempre es bienvenida.
En el recorrido no hay ninguna indicación kilométrica, y tampoco llevo GPS. Por lo tanto, no tengo ni idea de lo que llevo.
Miro el reloj y veo que estoy a punto de acercarme a la primera hora de carrera, por lo que, pienso, el primer avituallamiento del kilómetro 13 no puede andar lejos.
Pocos minutos después, completo el primero de los cuatro tramos en los que se dividía mi carrera.
El avituallamiento es sólo de agua. Voy bien y con mi camelback llena, así que continúo sin detenerme.
El manguito izquierdo me está empezando a molestar, y decido bajarme los dos. No quiero que nada me distraiga o pueda causarme rozaduras de las que luego arrepentirme.
El siguiente punto de referencia es el avituallamiento líquido y sólido del kilómetro 25.
Son 12 kilómetros por delante. Una horita, me digo mentalmente.
Decido hacer una segunda parada técnica. Las sensaciones y la motivación siguen siendo muy positivas. La cosa marcha.
La carrera discurre por una zona bastante bonita los siguientes kilómetros, cosa que también ayuda.
Sin embargo, llegamos a un punto donde el agua desaparece y nos metemos por un secarral en medio del campo con muchas piedras y polvo.
Es un tramo pesado y pestoso a más no poder. Estoy deseando llegar ya al avituallamiento.
Me está empezando a pasar factura mentalmente lo monótono del recorrido.
Por fortuna, el avituallamiento aparece al final de una recta, y recobro las fuerzas.
Kilómetro 25, 2:08 de carrera y me estoy hinchando a galletas, queso y chocolate. Soy feliz.
Por desgracia, este avituallamiento es como un oasis en el desierto: el secarral pedregoso y polvoriento aún durará unos kilómetros más...
Próxima parada, el avituallamiento líquido del kilómetro 35. Vamos!!
No soporto más este terreno. Voy muy mal de cabeza. Harto y desanimado.
Son mis peores momentos. Me estoy planteando dejar de esforzarme y ponerme a andar.
Afortunadamente, el camino nos lleva de nuevo al Canal y sólo ver el agua y la sombra de los árboles me da fuerzas nuevas.
Pero poco tardo en darme cuenta de la ligera mejoría. Hay agua; sí. Hay sombra y árboles; también. Pero el camino es una recta infinita que te da la sensación de correr en la cinta del gimnasio.
Corres y corres y siempre pareces estar en el mismo punto. Desmoralizador.
Me voy motivando como puedo. Pienso incluso en la opción de podio en categoría senior. Es un sueño imposible, pero me da fuerzas para continuar y no rendirme.
Superando ligeramente las 3 horas llego al avituallamiento del kilómetro 35. Bebo dos vasos de agua y hecho cálculos. Me quedan 13 kilómetros. Siendo realista, estaré más cerca de la hora y media que de la hora y cuarto. Por lo tanto, salvo hundimiento mayúsculo, debería acabar entre las 4h30 - 4h 45. Me había fijado bajar de las 5 horas, y eso me motiva mucho y me lanzo a por el último tramo de la carrera.
Empiezo muy animado. Sé que cada paso me acerca más a la meta. Pienso en lo bonito que va a ser terminar una carrera así, y poco a poco van pasando los kilómetros.
Cuando adelanto a un corredor, le pregunto por los kilómetros, y me dice que estamos en el 40. Ya casi tengo la maratón!!!
15 minutos más tarde, decido comer un rato y darme 5 minutos de descanso y andar deprisa. Voy con energía y con ánimo, mientras bebo y me zampo unas gominolas.
Tras subir a una esclusa, vuelta a la carrera.
Me noto bastante bien, y me alegro de haberme tomado ese "descansito activo".
Según voy avanzando, los voluntarios y otros atletas de la distancia larga me van felicitando y me dicen que tengo Frómista a tiro de piedra.
Cruzo la carretera y veo el desvío.
Un operario de protección civil me dice que estoy a 2 kilómetros de mi objetivo.
Por fin, tras una larga recta, aparece al fondo la esclusa de Frómista. Ahora sí que está hecho.
Voy un poco justito ya de fuerzas, y decido andar un par de minutos hasta llegar a la carretera, y allí volver a correr para entrar en el pueblo hasta la meta, situada en la iglesia de San Martín, una joya del románico y marco inmejorable para finalizar esta aventura.
Ahora sí; tras enfilar un último giro, veo el arco de meta y pienso en lo que estoy a punto de conseguir.
Completar una carrera de 48 kilómetros tiene mucho valor para mí, teniendo en cuenta que mis kilómetros semanales de entrenamiento rondan esa cifra.
Tras ser nombrado por el speaker con comentario sobre mi camiseta incluido, cruzo el arco en un tiempo de 4h39.
Estoy fundido, y el cuerpo me pide a gritos tumbarme un rato en un banco de la plaza para coger aire. Lo que no sabía yo es que un fotógrafo andaba cerca, jaja.
Una vez de vuelta a la vida, avituallamiento completo en línea de meta y entrega de una pequeña placa conmemorativa por haber finalizado la carrera.
Destacar en todo momento la gran labor y enorme simpatía de los voluntarios presentes en la prueba. Un 10 para ellos.
Tras cambiarme de ropa, me dirijo al colegio del pueblo, donde está el avituallamiento de comida caliente para los corredores de la prueba larga y donde a los de la corta nos daban de comer.
Unas patatas con carne de ternera que sabían a gloria.
Poco después, subo en el primer autobús de los que puso la organización para trasladar a los corredores al punto de salida, donde tengo aparcado el coche y pongo punto y final a un excelente día practicando mi afición favorita.
Gran experiencia este I Canal de Castilla Ultra Race. Buena organización, enormes voluntarios y un recorrido que permite conocer uno de los lugares más bonitos e históricos de la Comunidad, y que a mí particularmente me encanta.
Como broche final, al ver las clasificaciones compruebo que he quedado el 10º de los 107 atletas que lograron terminar los 48 kilómetros. Un muy buen resultado para mí que me da una gran satisfacción.
Ahora, por fin, llega el turno del plato fuerte. 11 meses esperando para ello.
El fin de semana del 16 al 18 compartiré junto a mi hermano y Alejandro nuestro primer maratón internacional.
Objetivo: disfrutar al máximo cada minuto. Y si se puede, bajar de las 4 horas junto a mi hermano, cosa que sin duda tiene en las piernas.
Tras cambiarme de ropa, me dirijo al colegio del pueblo, donde está el avituallamiento de comida caliente para los corredores de la prueba larga y donde a los de la corta nos daban de comer.
Unas patatas con carne de ternera que sabían a gloria.
Poco después, subo en el primer autobús de los que puso la organización para trasladar a los corredores al punto de salida, donde tengo aparcado el coche y pongo punto y final a un excelente día practicando mi afición favorita.
Gran experiencia este I Canal de Castilla Ultra Race. Buena organización, enormes voluntarios y un recorrido que permite conocer uno de los lugares más bonitos e históricos de la Comunidad, y que a mí particularmente me encanta.
Como broche final, al ver las clasificaciones compruebo que he quedado el 10º de los 107 atletas que lograron terminar los 48 kilómetros. Un muy buen resultado para mí que me da una gran satisfacción.
Ahora, por fin, llega el turno del plato fuerte. 11 meses esperando para ello.
El fin de semana del 16 al 18 compartiré junto a mi hermano y Alejandro nuestro primer maratón internacional.
Objetivo: disfrutar al máximo cada minuto. Y si se puede, bajar de las 4 horas junto a mi hermano, cosa que sin duda tiene en las piernas.
Filipides estaría orgulloso de ti. Tiene mucho mérito lo que haces con ese entrenamiento
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