Ha sido mi primera maratón internacional, y la he disfrutado con la mejor compañía posible: mi hermano y mi amigo Alejandro.
Un fin de semana largo e intenso, donde ha habido de todo, y que siempre recordaré.
Mi crónica sobre la Maratón de Lisboa comienza con una llamada de teléfono de mi amigo Alejandro el jueves previo a la carrera: tenía guardia en el cuartel y no podía venir con nosotros el viernes. Iría el sábado después de comer, con el tiempo justo para recoger la bolsa del corredor en la feria del corredor.
Al día siguiente, mi hermano y yo cogíamos un tren a Madrid a las 17:45, para posteriormente dirigirnos en cercanías al aeropuerto. El vuelo salía a las 22h, por lo que teníamos tiempo de sobra.
En el trayecto, comentarios sobre la experiencia que estábamos a punto de vivir.
El objetivo era tratar de bajar de las 4 horas.
Mi hermano necesitaba ver que era capaz de hacerlo. Tras su retirada en el Maratón de los Montes Torozos hace 11 meses, tenía que recuperar la confianza perdida en sí mismo.
Yo sabía que podía hacerlo de sobra, pero tenía miedo de que algo se torciera y ya no quisiera correr más maratones.
Una vez en el aeropuerto, esperando en la puerta de embarque, nos anuncian un retraso en el vuelo de 1:17. Maravilloso...
Eso nos suponía llegar no antes de la 1 de la mañana a la Pensión da Terceira, donde había hecho la reserva.
Ante ese panorama, llamé al dueño para avisarle de que llegaríamos muy tarde, y me dijo que él nos esperaba.
Más tranquilos, realizamos el breve vuelo entre las dos capitales ibéricas.
Tras un trayecto en metro y alguna dificultad para encontrar la pensión (era de noche, llovía y la zona estaba abarrotada de gente de fiesta), por fin podemos descansar.
Devoramos la cena que traíamos en la maleta y sobre las 2:30 de la madrugada nos vamos a dormir.
La mañana del sábado amanece jarreando agua y con un viento muy fuerte.
Nuestra idea era reunirnos con Alejandro en el Parque de las Naciones sobre las 17h para recoger la bolsa del corredor, y dedicar la mañana a visitar Los Jerónimos y la Torre de Belem.
A los 5 minutos de pisar la calle decidimos abortar.
Era imposible. Y estar todo el día empapados no es lo más aconsejable antes de una maratón...
Por lo tanto, cambio de planes: iríamos a la zona del Parque de las Naciones y pasaríamos la mañana en el centro comercial.
Al llegar allí, fuimos a comprar comida y bebida, y curioseamos un poco por algunas tiendas.
La lluvia bajaba de intensidad, y decidimos ir al Pabellón Atlántico a recoger nuestra bolsa del corredor.
La feria era muy pequeñita; apenas unos pocos stands de algunas marcas deportivas y poco más.
Recogida muy rápida y cómoda.
Ya con los deberes hechos, decidimos ir a comer.
Un par de bocatas en el Pans que nos entran de lujo.
La tarde se ha quedado estupenda. No llueve, e incluso empieza a salir el sol.
Nos damos un tranquilo y agradable paseo pegados al mar y contemplando el puente Vasco da Gama que nos sirve para calmar los nervios y ver la carrera del día siguiente con mayor optimismo.
Hay que ver lo que a veces consiguen cuatro rayitos de sol...
A la hora prevista aparece Alejandro, y le acompañamos a que recoja su bolsa del corredor.
Un breve paseito por la zona y al super a pillar la cena y el desayuno del día siguiente.
Ya en las habitaciones, cenamos los tres juntos comentando la carrera de dentro de unas horas y otras pasadas y futuras, y a descansar todo lo que fuera posible.
A las 5 de la mañana suena la alarma y nos ponemos en marcha. Desayuno ya tradicional pre maratoniano (sandwich de pavo, galletas y zumo), preparar el equipamiento de faena, y rumbo a la estación para coger uno de los trenes que la organización había puesto para trasladar a los corredores a Cascais, donde se situaba la salida.
En el tren coincidimos con otro corredor español, y vamos todo el viaje muy entretenidos contándonos nuestras batallitas en esto del running.
Y a la vez, todos los dedos cruzados para que no lloviera, ya que al despertarnos de nuevo jarreaba agua.
Sobre las 7:20 llegamos a Cascais, una bonita población costera. No llueve, y el cielo presenta algunos pequeños claros que nos dan esperanzas.
Tras un paseo muy agradable de 10-15 minutillos llegamos a la zona de salida.
Vamos al ropero a dejar la bolsa con la ropa para cambiarnos en la meta. Está muy bien organizado, y como somos 5.000 maratonianos (tope fijado por la organización), es todo muy rápido.
El siguiente paso ya no lo es tanto: colas interminables para entrar a las cabinas y soltar lastre.Y encima se pone a llover!!
Por suerte quedó en un susto.
Finalmente, y a 5 minutos del inicio, nos salimos de la fila y evacuamos detrás de un pequeño muro.
Rumbo a la zona de salida, totalmente colapsada por los corredores al ser muy estrecha, y donde encontramos un hueco saltando la valla.
Todo listo!!!
En nada, empezamos nuestros primeros 42.195 metros en el extranjero. Quién nos lo iba a decir hace no mucho...
Cuenta atrás y a correr.
El plan de carrera es movernos en la franja de 5:30 - 5:20 hasta el kilómetro 30, y a partir de ahí, lo que las piernas digan.
Los primeros metros son cuesta arriba. Vamos tranquilos y disfrutando. Brilla el sol y Cascais luce estupenda.
Los primeros kilómetros son todos un sube-baja contínuo: cuestas de cierta entidad seguidas de unas buenas y largas bajadas. No se suponía que este maratón era llano?
Nosotros vamos a lo nuestro, controlando el ritmo y con una animada charleta que hace que los kilómetros vuelen sin darnos cuenta.
El recorrido va pegado al mar en todo momento, y vamos atravesando distintas localidades costeras que unen Cascais con Lisboa, entre las que destaca Estoril y su casino.
En éstas, llegamos al kilómetro 10, primera referencia de carrera, en un tiempo de 53 minutos.
Vamos muy cómodos y clavando los ritmos. No hay rastro de lluvia. Disfrutando al máximo.
La carrera avanza con normalidad, y ya vemos pensando en acercarnos a la media maratón.
Sobre el kilómetro 18, el recorrido nos lleva por un paseo pegado a las rocas de la playa donde hay chicos y chicas portando banderas de diferentes países.
Yo no voy cómodo.
Tengo el estómago un poco revuelto y las sensaciones son extrañas.
Quiero llegar al primer avituallamiento sólido y comer algo para ver si mejora la cosa.
Lo comento con mi hermano y me dice que él también anda con el estómago dando guerra, y que en la próxima cabina va a entrar a evacuar.
Justo antes del paso por mitad de carrera encontramos un par de cabinas libres, y ya que tengo que esperar, decido usar una de ellas para ver si sale algo. Y si salió, si...
Ahora ya más ligeritos llegamos al paso por la media maratón en 1:55.
Queda media carrera y las sensaciones son estupendas.
Al poco entramos en Lisboa.
Vamos por una enorme recta paralela al mar, y desde la cual podemos observar monumentos tan emblemáticos como la Torre de Belem, el Puente 25 de Abril o el Monumento a los Descubrimientos.
No hay apenas animación. Se nota que es un maratón "en construcción" y que la ciudad no se vuelca en absoluto con él.
Al llegar al avituallamiento sólido, cogemos naranjas, pero no vemos los plátanos que estaban en una caja que había en el suelo hasta que no pasamos al lado, y ya no vamos a dar la vuelta a por ellos.
Me preocupa no ingerir nada sólido, y decidimos por primera vez coger un gel en el avituallamiento especial que los ofrecía.
Mi hermano vuelve a ir mal del estómago. Siente rabia por hacerme parar y perder tiempo, pero le digo que no se preocupe y que es mejor que pare y se quite esa molestia, que no nos jugamos nada y que sino iba a ser peor más adelante.
En la siguiente cabina que vemos entra y alivia sus males, saliendo purificado y listo para afrontar la parte final.
Estamos casi en el kilómetro 30.
En este punto nos rebasa el globo de las 4 horas. Miro el GPS y veo que no puede ser. Nosotros vamos claramente por debajo.
Enseguida nos damos cuenta de que la liebre va a tirones, y como consecuencia va descolgando a todos los atletas que tratan de ir con él.
A nosotros no nos perjudicó, pero me parecen muy mal ese tipo de actuaciones por parte de unas personas encargadas de servir de guía y de referencia fiable a los demás atletas.
Dejamos atrás de nuevo al globo y seguimos a lo nuestro, dispuestos a disfrutar del mejor tramo de la carrera: del kilómetro 30 al 32 se pasa por el centro de la ciudad, rodeando la magnífica Plaza del Comercio. Es la zona con mayor animación de todo el recorrido, y uno desea que esos dos kilómetros no acaben nunca.
Pero acaban, y la carrera nos lleva por un polígono industrial y unos astilleros, camino del Parque de las Naciones.
Ya no miramos el GPS; nos da igual el ritmo. Corremos por sensaciones, sabiendo que si no hay imprevistos bajaremos holgadamente de las 4 horas.
Por si el tramo final no fuera suficientemente feo, los últimos 8 kilómetros se nos unen los corredores de la Media Maratón.
De repente, una manada de atletas a distintos ritmos se juntan en un tramo demasiado estrecho para ese número de corredores, lo que provoca parones, frenazos, ralentización en los avituallamientos...
Muy mal por parte de la organización.
Y además está el aspecto moral: a nadie le gusta después de más de 30 kilómetros de esfuerzo verse superado por infinidad de corredores que van mucho más frescos y que "tapan" de algún modo el mérito de los absolutos protagonistas del día: los maratonianos.
Nosotros sólo deseamos llegar el Parque de las Naciones.
Estamos muy cerca de completar nuestro primer maratón internacional y, en el caso de mi hermano, de confirmarse a sí mismo que domina la distancia.
El recorrido presenta un par de subidas que a esas alturas hacen bastante daño, pero las ganas enormes por llegar pueden con todo y las superamos con confianza.
Por fin estamos en la zona de meta.
Carril izquierdo para los corredores de la Media y derecho para los maratonianos.
Pasamos por delante de la Estación de Oriente.
Empezamos a saborear el momento.
Queda un giro a la derecha y recta de meta.
Sabemos que vamos a bajar de 3:55, y bajamos el ritmo para hacer nuestra clásica entrada, que despierta las risas del público allí presente y que incluso nos hace merecedores de ser entrevistados por el speaker de la carrera. Un momento divertido y sin duda un gran broche final a esta sensacional experiencia.
El tiempo, aunque fue lo de menos, 3:52:34; lo cual nos dejó muy satisfechos e hizo que el objetivo con el que vinimos a Lisboa se cumpliera con creces.
Sin las dos paradas técnicas habríamos bajado de 3:50, pero eso son imprevistos que pueden surgir en cualquier momento y que no estropean ni un ápice la enorme satisfacción que sentimos.
Para dos personas que entrenan tres días a la semana con un balance semanal de unos 45 kilómetros, creo que está más que bien el poder disfrutar de correr maratones con garantías y de movernos cómodamente en ritmos cercanos a 5:20-5:30.
Nosotros, al menos, sí estamos muy orgullosos y satisfechos, y eso al fin y al cabo es lo más importante.
Ya en meta, entrega de una bonita medalla y de un helado que sabe a gloria.
Rápida recogida del ropero y ya cambiados nos disponemos a volver a nuestro alojamiento para ducharnos y poner el punto y final a esta fantástica experiencia.
Haber vivido este fin de semana junto a mi hermano y compartir con él cada segundo de esta experiencia no tiene precio.
En cuanto al maratón en sí, comentar que tiene muchos puntos fuertes, como el recorrido (hasta el kilómetro 32), la organización de los transportes a la salida y el ropero, la camiseta y la medalla...; y otros aspectos a mejorar, como el tramo final cuando se unen los atletas de la Media y la poca animación e implicación de la ciudad con la carrera. Es cierto que Lisboa es una ciudad con muchas cuestas, lo que obliga a pasar junto al mar si se quiere evitarlas, pero se agradecería algún kilómetro más por el centro de la ciudad y dejarse llevar por los ánimos de la gente.
Maratón en claras vías de desarrollo a pesar de la IAAF Gold Label, ya que es un maratón limitado a 5.000 participantes.
Eso sí, muy recomendable, bonito y cómodo. Merece la pena, desde luego.
Si tuviera que calificarlo con una nota, sería un 7'5.
En el plano personal, éste ha sido mi sexto maratón y el tercero de este 2.015, todos ellos por debajo de las 4 horas.
El 15 de Noviembre volveré a participar en el Maratón de los Montes Torozos, el de casa, sin más pretensiones que disfrutar de una distancia que me apasiona.
Y como plato fuerte para el próximo año, ya tenemos maratón internacional confirmado: el 24 de Abril estaremos en el Metro Group Marathon Düsseldorf.
A disfrutar!!!
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