jueves, 3 de noviembre de 2016

MARATÓN DE BURGOS


Desde que empezaron los rumores de una posible celebración en Burgos de una maratón, mi hermano y yo estuvimos siguiendo con atención la evolución que iban cobrando esos primeros pasos.
Cuando por fin la carrera cobró forma y tuvo una fecha oficial en el calendario, decidimos que ésta sería nuestra opción maratoniana para el otoño.

Mi hermano lleva algo más de un año viviendo allí, por lo que la logística no podía ser más sencilla y el presupuesto más ajustado (los 32 euros que costaba la inscripción). 

Sé por experiencia propia que a uno siempre le hace una ilusión especial correr por las calles del lugar donde desarrollas tu día a día y donde conoces a personas que sabes que ese día estarán allí animando.
Yo lo vivo cada año en Segovia, a pesar de ya no vivir allí; y por eso disfruto tanto también de la media de Valladolid.
En esta ocasión mi hermano sería el protagonista y yo el invitado a su fiesta, la cuál no quería perderme por nada del mundo.

Por eso, cuando el jueves noche previo al evento comencé a sentirme indispuesto y con síntomas de un posible virus estomacal, me saltaron todas las alarmas.
Afortunadamente, al día siguiente mi estómago volvió a su estado normal y sólo me quedaron como secuelas un fuerte dolor de cabeza y cansancio muscular.
Era viernes y aún quedaba tiempo. Lo más importante era que podía beber y cargar hidratos con normalidad.

El sábado notaba unas ligeras molestias en la cabeza y el cansancio muscular se había reducido también a niveles muy poco reseñables, por lo que la decisión estaba tomada: habría maratón.

Tras realizar la penúltima carga de hidratos (la última sería a cuenta de mi hermano y su maravilloso horno) con unos noodles con pollo, Sara y yo pusimos rumbo a la ciudad del Cid y del Abad Maluenda.

A las 16:30 ya estábamos en casa de mi hermano, por lo que fuimos tranquilamente los tres a recoger el dorsal al Coliseum; en cuyo interior se ubicaban tanto la propia zona de recogida como el arco de meta. La salida, sin embargo, tendría lugar en los exteriores del recinto.

La bolsa del corredor, más propia de carrera veraniega que de un maratón, consistía en: camiseta técnica de calidad normal, caldo Aneto de 1´5l, paquete de pechuga de pavo, una bolsa de Lays del Barça, una lata de San Miguel 00 isotónica, un pack de dos latas de daditos de pechuga de pollo y una manzana; amén de la propia bolsa de Aneto estupenda para llevar a hacer la compra.

El recorrido consistía en dar dos vueltas a un trazado de 21km, prácticamente llano pero con algunas subidas destacadas si estamos hablando de maratón y un tramo de adoquín que también resultaba incómodo. Obviamente, los maratonianos disfrutaríamos de ambos obsequios por duplicado. 

Una vez de vuelta a casa, quedamos con una compañera de mi hermano y los cuatro nos vamos de tapas y cervezas, cojonudos y cojonudas incluidos. Eso sí, controlando, que uno ya es casi profesional en esto de correr maratones.

Antes de irnos a la cama y al sofá, última ingesta de quiche de verduras y de jamón y queso más algún pedazo de pizza.

Todo estaba en orden para disfrutar una vez más de la enorme experiencia que es correr un maratón.

El domingo a as 6:30 nos ponemos manos a la obra.
Desayuno más o menos habitual (sandwich de pavo, galletas y biofrutas), preparar la indumentaria de combate y al coche a coger sitio.

El hecho de que sea un evento pequeño (unos 1.000 atletas en total, de los cuáles 400 éramos maratonianos) en una ciudad mediana, hace que no haya agobios en la zona de salida y que se pueda aparcar sin problemas justo al lado.

El clima es frío, y sopla un aire considerable. Y es justamente este elemento el que se convertirá sin duda en uno de los grandes protagonistas del día.

Instantes antes de empezar, nos encontramos con Enrique, con quién hablamos un rato y nos deseamos suerte para lo que nos espera.
Nos colocamos cerca del globo de 3:30, el cuál intentaremos usar como referencia durante la carrera.

Sin embargo, al producirse la salida el globo se nos escapa unos metros por delante, y debido a la estrechez del lugar (quizás el único borrón de la organización junto con el tema de los avituallamientos que posteriormente comentaré), resulta imposible acercarse a él, e incluso nos va sacando cada vez más distancia.

Pasamos el primer kilómetro en 5:26, lo cuál señala esa dificultad para poder correr con normalidad que encontramos en ese tramo inicial.

Nada más comenzar ya nos encontramos con una buena rampa. Ahora no se nota, pero en la segunda vuelta será el kilómetro 22, y ahí el panorama puede ser bien distinto.

La carrera nos conduce por el parque que discurre paralelo al Arlanzón camino del Museo de la Evolución Humana.
Es un tramo completamente llano y bonito por el que se corre muy a gusto, pudiendo disfrutar de la llegada del otoño y ese característico tono marrón con el que se cubren los árboles y de bastante animación teniendo en cuenta la hora.

 


Aquí nuestro ritmo ya está estabilizado y rodamos muy cómodos a 4:50 - 4:55.
Sin embargo la felicidad no era completa, ya que mi vejiga se empeña en tener su cuota de protagonismo y decido parar a satisfacerla.

Llegamos ahora a la zona universitaria y el barrio donde se encuentra el Monasterio de Santa María Real de Las Huelgas y el Hospital del Rey.
Es una zona muy bonita y, como bien apunta mi hermano, da la sensación de haber salido de la ciudad y estar corriendo por un pueblo. Recuerda en ésto al paso por el barrio de San Lorenzo en la Media de Segovia.
En este punto del recorrido el aire empieza a dejarse notar, lo que unido a un tramo de adoquín bastante largo e incómodo confieren a este tramo de cierta dureza.
El segundo paso por aquí promete ser interesante.

Los ritmos siguen saliendo según lo previsto y las sensaciones son buenas, aunque a mi hermano se le ve con una marcha más que a mí, y es él quien lleva la voz cantante del dúo.

Justo en el hospital se cubría el paso por el kilómetro 10, el cuál hacemos en 49 minutos. 
Ya sólo quedan 32 más...

A continuación, llegamos a una zona en la que se cubría el mismo trazado 3 veces: ida por carril bici, vuelta por carretera y de nuevo volver por el otro carril. Bastante monótono, la verdad.

 

Tras estas idas y venidas nos acercamos al lugar de trabajo de mi hermano, donde recibe los ánimos de algunas compañeras y antiguos inquilinos.

En este punto nos juntamos con un corredor de Pradoluengo, con quién compartimos varios kilómetros, hasta que mi vejiga, harta de tanta multitud, nos vuelve a dejar de nuevo en un dueto.

Esta segunda parada nos ayuda en el plano psicológico, ya que ahora sí que descartamos el superar el tiempo de Dusseldorf y parece que soltar esa "carga" nos libera por completo y corremos más  a gusto.
Aclarar que nunca fue un objetivo principal el hacer marca en el día  de hoy, pero tampoco nos vamos a engañar y a decir que no se nos pasaba por la cabeza de vez en cuando. Las comparaciones serán odiosas, pero por desgracia casi siempre son inevitables.

Centrados ya si sólo en disfrutar, llegamos al tramo más bonito de la carrera: el paso por el centro histórico de la ciudad con su imponente Catedral como punto álgido. Precioso este tramo e increíble la sensación de tener esa zona tan especial de la ciudad sólo para ti.

El paso por este punto en la segunda vuelta promete, debido a que seguro habrá mayor cantidad de gente animando y ya sólo seremos los maratonianos quienes corremos por allí.

Particularmente me gusta que los finales de un maratón sean exclusivos de los maratonianos. Se sufre mucho, y siempre se agradece de forma especial esa comunión entre el público y el maratoniano en esos kilómetros finales.
Las medias maratones y los diezmiles no tienen lugar en esos momentos, según mi entender. 

Tras el subidón del casco antiguo burgalés, nosdirigimos al parque del Arlanzon para enfilar el final de la primera vuelta y el paso por la media maratón, el cuál se produce en 1:45. 
Vamos muy bien, y ya "sólo" queda volver a recorrer lo andado.

Los primeros kilómetros de la segunda vuelta son los mejores de toda la carrera. Vamos muy cómodos a 4:50, con unas sensaciones inmejorables.

Comentar también que fue en este momento en el que por fin pudimos beber isotonica e ingerir alimento sólido (un plátano ). 
Me parece vergonzoso un maratón cuyos primeros 21km sólo sean a base de agua. 
Es cierto que la gente suele llevar geles, y con el agua les vale; pero en una carrera así la organización debe encargarse de cubrir todas las necesidades nutricionales de los atletas, ya que muchos de nosotros no los llevamos.

Mi hermano y yo vamos hablando y señalamos como punto clave los 10 kilómetros que van del 26 al 36. En maratón siempre lo son, pero es que además en este todavía cobraban más importancia debido al recorrido.
En estos 10 kilómetros se incluía el tramo adoquinado, las pesadas idas y venidas por las interminables rectas anteriormente comentadas y, sobre todo, el paso por el callejón desangelado y donde tanto soplaba el aire que ya se dejó notar en la primera vuelta.
Superar este punto significaba volver a sentir el subidón de cruzar de nuevo el centro de la ciudad y con la inercia y la euforia de los ánimos recibidos entrar prácticamente en meta.

El ritmo sigue siendo muy bueno y superamos el nuevo paso por el adoquín sin ninguna dificultad.

Cuando afrontamos las idas y venidas, el cordón de la zapatilla de mi hermano se suelta, lo que nos obliga a parar y a perder cerca de 1 minuto. 

 

De nuevo en marcha, llegamos a tramo duro de verdad...
Tras una subida que ya hace daño, enfilamos el largo callejón donde sopla un aire muy intenso de cara, dificultando enormemente el avanzar.
El desgaste físico y psicológico al que te somete este tramo es brutal; y no dejamos de contar los metros para salir de allí, pero se nos está haciendo eterno.

Lógicamente los ritmos se resienten, y nos vemos ligeramente por encima de 5'/km.

Por fin se acaba y nos dirigimos a un nuevo paso por el centro de la ciudad, donde estamos deseando sentir el calor del público en estos kilómetros finales.

Desgraciadamente, el precio pagado en el callejón ha sido muy alto para mi hermano, lo que, unido quizás a una mala hidratación (de nuevo lo diré: avituallamientos escasos e insuficientes), provocan un bajón muy considerable en su rendimiento, y los ritmos caen hasta 5:45'/km en los tres kilómetros que nos llevan del centro al Museo de la Evolución Humana. 

Trató de animarle un poco y que se olvidé del ritmo; el maratón está conseguido.
Sin embargo, mi hermano decide parar a andar un rato en el kilómetro 40 y romper un poco esa sensación de agobio de los últimos kilómetros.

Tras prometerme que nos veríamos en breve al cruzar la meta, tiro para delante dispuesto a completar los metros finales de la carrera.

No dejo de pensar en mi hermano y en la mala suerte de no poder terminar juntos un nuevo maratón más. Sin embargo, en la última recta antes de meta que se hacía de ida y vuelta, veo que viene corriendo y con buena cara, lo cual me alegra y tranquiliza enormemente.

Ahora sí, giro a la derecha y entrada en el Coliseo, donde se encuentra instalada la meta, la cual cruzó en un tiempo de 3:36:42.

 


Creo que es muy buen tiempo y me deja muy satisfecho, ya que son sólo 5 minutos más que en Dusseldorf, donde no hubo ni un sólo percance ni parada, y aquí ha habido dos evacuaciones urinarias, una parada a atar el cordón, varios kilómetros aguantando al ritmo de mi hermano cuando tuvo la pájara y una nueva parada con él en el kilómetro 40.
Por todo ello, repito, resultado muy satisfactorio.

Nada más cruzar la meta veo a Sara y me acerco a saludarla y decirle que estoy bien. Me entregan la medalla y me indican que me dirija a la zona de avituallamiento, pero yo tengo claro que de allí no me muevo sin ver entrar a mi hermano. Menos de 5 minutos después, y con muy buena cara y un gesto de satisfacción y rabia propio del que sabe que ha sufrido pero que lo ha conseguido (el mismo que hice yo en Vitoria), pasa por debajo del arco y nos fundimos en un abrazo.

Otro maratón más completado con éxito. No me cansaré de repetir el mérito que esto tiene para dos personas que corren 3 días a la semana, sin plan de entrenamiento y con un volumen de 40-45km semanales.
Para nosotros llegar ya es un premio, y demostramos que se puede ser maratoniano y popular a la vez (popular de verdad, sin vivir por y para correr ni sometidos a tiranías de planes de entrenamiento. Nosotros sólo tenemos una máxima: disfrutar).

Octavo maratón en mi cuenta particular, y ya pensando en el siguiente, que ya será en 2017 y del que ya hablaré en próximas entradas.

Correcto este Maratón de Burgos, con muchos aspectos positivos y alguna que otra cosa que mejorar, pero siempre sabiendo de la gran dificultad que tiene organizar eventos de esta magnitud, y más en ciudades más pequeñas como ésta.

Una gran experiencia en "casa" de mi hermano completada con una comida que casi costó más tiempo que la propia carrera, pero eso ya es otra historia...

La próxima carrera será la Media Maratón de Palencia el día 6 de Noviembre, donde intentaré mejorar mi marca en la distancia y soñar con bajar del 1:28. 
La idea es variar mi forma de correr y tratar de ser regular durante toda la prueba, no salir a tope y luego sufrir para tratar de minimizar las pérdidas lo máximo posible; por lo tanto, el plan de carrera será moverme siempre en ritmos cercanos al 4:10 y si quedan fuerzas tratar de subir en el tramo final. Veremos a ver cómo sale el invento...

No hay comentarios:

Publicar un comentario