Segundo año consecutivo que mi hermano y yo participamos en esta carrera.
El módico precio de inscripción (10€), el excelente trato y bolsa del corredor con los que te obsequia la organización y un circuito agradable de correr hacen de esta media palentina una excelente opción.
Para nosotros esta carrera supone la última media maratón de la temporada y una excelente oportunidad de buscar mejorar marca. Esa era la idea, ya que ambos nos presentabamos con un excelente estado de forma.
Por desgracia, mi salud no me da tregua en esta segunda parte de la temporada y, de nuevo, acudo a la cita con un fuerte resfriado. Esta vez tengo una gran cantidad de mucosidad que me dificulta poder respirar bien cuando me muevo a ritmos exigentes.
Sin ir más lejos, el jueves de ese misma semana no fui capaz de correr por debajo de 4:20.
Aún así, trataría de acercarme todo lo posible al plan previsto de correr a 4:10 la primera vuelta y luego hasta donde las fuerzas me llevaran.
Una hora antes de la salida me encuentro con mi hermano, y vemos al coche a cambiarnos. Junto con el dorsal te hacían entrega de la camiseta; bonita pero igual al 90% de la del año pasado. No se han comido mucho la cabeza, no...
También me encuentro con varios miembros del club, con los que "comento la jugada" y nos deseamos suerte.
Hoy el grueso del club estaba en la última prueba del circuito Entreviñas, pero aún así seremos 6 CATletas dando color naranja al trazado palentino.
El día es estupendo para correr; soleado y con temperaturas no excesivamente frías para ser noviembre. Y lo más importante: ni rastro de lluvia.
El ya citado jueves previo a este carrera me destroce las axilas con el roce de los calentadores, y tenía una importante herida en el lado izquierdo. Por ello, decidí probar una camiseta de compresión que me acababa de comprar la tarde anterior, tratando así de minimizar el máximo el roce en esa zona aún a riesgo de saltarme una de las máximas del atletismo (y que siempre que lo he hecho ha salido bien).
Esto está a punto de empezar y nos colocamos cerca del arco pero sin agobios. La salida es una larga y ancha recta que permite correr muy pronto con facilidad.
Pistoletazo de salida y empezamos!!
Empezamos a enfilar la larga recta hasta el puente de hierro, y poco a poco nos vamos situando en posiciones cómodas, tras quedarse mi hermano un pelin encerrado.
Vamos bien y en los ritmos previstos. Mis sensaciones son estupendas, y sueño con la idea de poder bajar de 1:28.
Mi hermano sigue trasmitiendo las mismas sensaciones espectaculares de Valladolid y Burgos, por lo que se momento todo va sobre ruedas.
Una vez cruzamos el puente, nos dirigimos a un tramo de carril bici pagado al río muy agradable de unos 3 kilómetros.
Hay algunos tramos con muchas hojas de los árboles acumuladas, pero en general no presenta ningún problema.
Al final de este tramo, se gira a la izquierda y se vuelve a la zona urbana mediante una subida de bastante entidad donde se sitúa el avituallamiento del kilómetro 5.
Y es en este punto donde mi burbuja explota y me topo con la cruel realidad: el esfuerzo de la subida me ha agotado y la falta de aire hace que mi corazón se desboque y necesite aflojar.
Me da muchísima rabia porque, otra vez, causas ajenas a mi estado de forma no me dejan competir, pero debo ser realista y asumirlo. Además, no quiero volver a privar a mi hermano de la opción de hacer un gran tiempo, porque se que lo tiene en las piernas; por lo que decidí quedarme un par de metros y decirle que continúe, que yo no puedo.
Veo como rehace el ritmo y empieza a abrir brecha conmigo, lo cual me tranquiliza. Se que en meta le espera un gran crono, así que es turno de volver a centrarme en mi carrera y los algo más de 16km que me quedan por delante.
Me fijo como nuevo objetivo el luchar el 1:30, y empiezo a marcar los kilómetros en torno a 4:15.
Voy bastante cómodo y además la carrera va llegando a la zona más céntrica, donde se concentra más público.
La verdad es que recorrer la Calle Mayor es una gozada; sin duda el mejor momento de la prueba.
Enfilo San Pablo, saludo al fotógrafo (un hombre muy amable que siempre ilustra en abundancia todas y cada una de las carreras que se disputan en territorio palentino, donde yo me he convertido en asiduo) y recta de meta para completar la primera vuelta en un poco más de 44 min a un ritmo medio de 4:11.
De momento el 1:30 está al alcance, aunque todavía queda dar una segunda vuelta.
Me cruzo con mi hermano y veo que me saca una distancia muy considerable, por lo que pienso que si yo ahora sería sin 1:30, él está en visos de hacer una grandísima marca.
Mi tiempo de 1:28:23 de Zamora peligra, y se tambalea mi hegemonía familiar, jaja.
El inicio de la segunda vuelta me empieza a dar nuestras de que no va a ser todo tan fácil y que si quiero bajar de 1:30 voy a tener que sufrir. Los ritmos comienzan a irse varios segundos, y ya tengo que conformarme con tratar de moverme por debajo de 4:20.
Cada vez respiró peor y la profundidad de mis inspiraciones es muy pobre. Estoy empezando a sufrir más de la cuenta y comienzo a plantearme incluso la retirada, ya que noto que mi corazón está latiendo demasiado desbocado.
Sólo el hecho de que aún estaría en tiempos de bajar de 1:30 me da fuerzas para seguir luchando, y trato de motivador con la gran satisfacción que sentiría si bajará de esa barrera en este estado.
Pero todas mis esperanzas acaban de nuevo en un nuevo paso por la subida final del carril bici, el punto que en el día de hoy se ha mostrado conmigo como el juez más implacable y que sacaba a la luz todas mis miserias.
De nuevo el corazón a punto de salirse por la boca, apenas consigo meter aire y una sensación de malestar considerable que de nuevo me hace plantearme el poner punto y final.
La bajada inmediatamente posterior a la subida me alivia un poco y decidí terminar al ritmo que sea; ya está bien de retiradas cuando las cosas se tuercen, como en Torozos (aunque ahí si fue lo correcto) o en la media del Cerrato.
Sin embargo, aunque mi idea de terminar es firme, mi cuerpo está al límite de sus fuerzas.
He tenido una respiración muy deficiente durante 16 kilómetros realizando un esfuerzo alto, por lo que mi cuerpo no deja de emitir señales de que ya no da más de sí.
Los tres kilómetros siguientes son un rosario de padecimientos. Ya no corro; simplemente me voy arrastrando hacia el centro de la ciudad.
Ese tramo lo cubro a ritmos cercanos a 4:30, por lo que el objetivo por el que tanto he luchado de bajar de 1:30 se ha esfumado también.
Hoy el running se está cebando conmigo de una forma muy cruel, dado que llegaba en mi mejor momento de siempre y no me está dejando ni comerme las migajas.
El nuevo paso por la Calle Mayor me anima un poco de nuevo y apriento los dientes para, al menos, mejorar el tiempo que hice en Valladolid.
Penúltimo kilómetro a 4:18 y por delante el paso por San Pablo y la recta de meta.
Noto que la gasolina se acaba. No tengo aire ni fuerzas, y la recta de meta es un calvario para mi moral. Como muestra, la guinda final: el atleta que va a mi lado coge de la mano a sus hijos (que salieron desde el público de repente obligándome casi a parar) y no soy capaz ni de aguantarle el ritmo. En fin...
Por fin ya se acaban mis penalidades y cruzo la meta en un tiempo de 1:31:07, que se convierte en mi tercera mejor marca en la distancia. Satisfecho por las circunstancias, pero a años luz del tiempo que debería haber marcado hoy aquí...
Allí me espera mi hermano, que se ha cascado un 1:27:47 espectacular. Me alegro muchísimo por él; se lo merece sin duda y es una guinda inmejorable para el gran 2016 que ha tenido. Además, tras correr Valladolid con lastre y sufrir una mini pájara en Burgos, desde luego se ha sacado la espina con creces.
Esto me obliga a luchar para recuperar mi cetro familiar, así que prometo guerra en 2017, jaja.
Y, finalmente, no podíamos faltar a la tradición inaugurada el año anterior: degustar sentados en la zona del río la infinita variedad de productos de los que consta la bolsa del avituallamiento de meta, esta vez además con el añadido de unos chocolates de La Trapa.
Así, con un tranquilo paseo y una agradable comida en un restaurante de la ciudad, nos despedimos un año más de la capital palentina; un lugar y provincia donde cada vez me gusta más correr y donde el excelente trato al corredor es denominador común.
Allí volveremos el 14 de Enero a disputar el Trail Ciudad de Palencia, con la que terminé encantado el año pasado.
Mi próxima carrera será, obviamente, en otra localidad palentina: Dueñas. Allí acudiré por segundo año consecutivo a su cross invernal. Carrera rápida y exigente para poner a prueba las patas a ritmos altos. Confío en poder llegar al 100% y poder competir a tope.
La verdad es que recorrer la Calle Mayor es una gozada; sin duda el mejor momento de la prueba.
Enfilo San Pablo, saludo al fotógrafo (un hombre muy amable que siempre ilustra en abundancia todas y cada una de las carreras que se disputan en territorio palentino, donde yo me he convertido en asiduo) y recta de meta para completar la primera vuelta en un poco más de 44 min a un ritmo medio de 4:11.
De momento el 1:30 está al alcance, aunque todavía queda dar una segunda vuelta.
Me cruzo con mi hermano y veo que me saca una distancia muy considerable, por lo que pienso que si yo ahora sería sin 1:30, él está en visos de hacer una grandísima marca.
Mi tiempo de 1:28:23 de Zamora peligra, y se tambalea mi hegemonía familiar, jaja.
El inicio de la segunda vuelta me empieza a dar nuestras de que no va a ser todo tan fácil y que si quiero bajar de 1:30 voy a tener que sufrir. Los ritmos comienzan a irse varios segundos, y ya tengo que conformarme con tratar de moverme por debajo de 4:20.
Cada vez respiró peor y la profundidad de mis inspiraciones es muy pobre. Estoy empezando a sufrir más de la cuenta y comienzo a plantearme incluso la retirada, ya que noto que mi corazón está latiendo demasiado desbocado.
Sólo el hecho de que aún estaría en tiempos de bajar de 1:30 me da fuerzas para seguir luchando, y trato de motivador con la gran satisfacción que sentiría si bajará de esa barrera en este estado.
Pero todas mis esperanzas acaban de nuevo en un nuevo paso por la subida final del carril bici, el punto que en el día de hoy se ha mostrado conmigo como el juez más implacable y que sacaba a la luz todas mis miserias.
De nuevo el corazón a punto de salirse por la boca, apenas consigo meter aire y una sensación de malestar considerable que de nuevo me hace plantearme el poner punto y final.
La bajada inmediatamente posterior a la subida me alivia un poco y decidí terminar al ritmo que sea; ya está bien de retiradas cuando las cosas se tuercen, como en Torozos (aunque ahí si fue lo correcto) o en la media del Cerrato.
Sin embargo, aunque mi idea de terminar es firme, mi cuerpo está al límite de sus fuerzas.
He tenido una respiración muy deficiente durante 16 kilómetros realizando un esfuerzo alto, por lo que mi cuerpo no deja de emitir señales de que ya no da más de sí.
Los tres kilómetros siguientes son un rosario de padecimientos. Ya no corro; simplemente me voy arrastrando hacia el centro de la ciudad.
Ese tramo lo cubro a ritmos cercanos a 4:30, por lo que el objetivo por el que tanto he luchado de bajar de 1:30 se ha esfumado también.
Hoy el running se está cebando conmigo de una forma muy cruel, dado que llegaba en mi mejor momento de siempre y no me está dejando ni comerme las migajas.
El nuevo paso por la Calle Mayor me anima un poco de nuevo y apriento los dientes para, al menos, mejorar el tiempo que hice en Valladolid.
Penúltimo kilómetro a 4:18 y por delante el paso por San Pablo y la recta de meta.
Noto que la gasolina se acaba. No tengo aire ni fuerzas, y la recta de meta es un calvario para mi moral. Como muestra, la guinda final: el atleta que va a mi lado coge de la mano a sus hijos (que salieron desde el público de repente obligándome casi a parar) y no soy capaz ni de aguantarle el ritmo. En fin...
Por fin ya se acaban mis penalidades y cruzo la meta en un tiempo de 1:31:07, que se convierte en mi tercera mejor marca en la distancia. Satisfecho por las circunstancias, pero a años luz del tiempo que debería haber marcado hoy aquí...
Allí me espera mi hermano, que se ha cascado un 1:27:47 espectacular. Me alegro muchísimo por él; se lo merece sin duda y es una guinda inmejorable para el gran 2016 que ha tenido. Además, tras correr Valladolid con lastre y sufrir una mini pájara en Burgos, desde luego se ha sacado la espina con creces.
Esto me obliga a luchar para recuperar mi cetro familiar, así que prometo guerra en 2017, jaja.
Y, finalmente, no podíamos faltar a la tradición inaugurada el año anterior: degustar sentados en la zona del río la infinita variedad de productos de los que consta la bolsa del avituallamiento de meta, esta vez además con el añadido de unos chocolates de La Trapa.
Así, con un tranquilo paseo y una agradable comida en un restaurante de la ciudad, nos despedimos un año más de la capital palentina; un lugar y provincia donde cada vez me gusta más correr y donde el excelente trato al corredor es denominador común.
Allí volveremos el 14 de Enero a disputar el Trail Ciudad de Palencia, con la que terminé encantado el año pasado.
Mi próxima carrera será, obviamente, en otra localidad palentina: Dueñas. Allí acudiré por segundo año consecutivo a su cross invernal. Carrera rápida y exigente para poner a prueba las patas a ritmos altos. Confío en poder llegar al 100% y poder competir a tope.
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