lunes, 24 de noviembre de 2014

MARATÓN MONTES TOROZOS



Tercer encuentro con la distancia mítica este año, en una carrera que llevaba en mi agenda apuntada en rojo desde antes de navidad. De hecho, esta maratón y la de Madrid fueron los grandes objetivos que me fijé para este 2014.

Esta carrera recorre varios pueblos de la mancomunidad de los Montes Torozos, y cada año cambia de sede, por lo que el recorrido nunca es el mismo. 
Esta edición le correspondía a Peñaflor de Hornija, donde tendría su inicio y su fin la aventura de los 42.195 metros.

El Maratón de los Montes Torozos tiene la peculiaridad de que hasta el km 30 todos los participantes deberán correr en grupo, con un ritmo máximo de 5min/km. A partir de ese punto cada corredor es libre de adoptar el ritmo que quiera/pueda.
Los grupos son: 5min/km, 5:30min/km, 6min/km y 6:30/km.


El circuito transcurre íntegramente por carretera, y al llegar a cada pueblo se hace un breve recorrido urbano para, posteriormente, volver a enfilar la carretera.

El precio de inscripción es de 15 euros, por los que, además de correr, recibes camiseta técnica, medalla, avituallamiento final con chocolate, caldo, pizza..., fotos y diploma.

Como apunte importante, decir que es el maratón de asfalto más duro de España (con diferencia, además), con 300m de desnivel acumulado y un fuerte y permanente viento que añade muchísima dureza al ya de por sí exigente trazado.

A las 8 salimos mi hermano y yo hacia Peñaflor, siempre mirando al cielo. Las previsiones no daban lluvia, pero la tarde anterior había caído agua-nieve por la zona y en el cielo se veían unas amenazantes nubes oscuras.
Los Montes Torozos son una zona muy fría, de nieblas y fuertes vientos.
Al llegar al pueblo, a unos 30min en coche desde casa, ya podemos comprobar el "calorcillo" que hace por esas latitudes castellanas...

Recogemos el dorsal y última visita al baño para soltar "nervios", jeje.

El ambiente que se respira los instantes previos a la salida es muy similar al que viví en Aguilar de Campoo: gente curtida en mil batallas, amable y cercana. Y ese ambiente familiar sería la tónica durante toda la mañana. 

Nosotros teníamos pensado ir en el segundo grupo, el de 5:30min/km. Era un incremento importante con respecto a nuestro anterior maratón, y más teniendo en cuenta la dureza del perfil y las condiciones climatológicas, pero nos sentíamos preparados para intentarlo.

Por fin, pistoletazo de salida y a correr.

La carrera comienza con un recorrido urbano por Peñaflor, que nos sirve para ir calentando las piernas e ir encontrando el ritmo que marcaba el grupo en el que habíamos decidido integrarnos.







Al salir del pueblo, enfilamos la carretera que nos llevará por los páramos hacia la siguiente localidad, San Pelayo, situada en el km12.
Tras una larga y pronunciada bajada, afrontamos la primera de las subidas marcadas por la organización como "duras": una pendiente continua de 1´5km aproximadamente que finaliza en el avituallamiento del km5.
Al ser el inicio de la carrera, las piernas están enteras y subimos sin mayores problemas, pero siempre teniendo muy presente que no íbamos a hacer ningún esfuerzo extra por agarrarnos a un grupo que ya se empezaba a desmembrar.





Al llegar a lo alto del páramo, los ciclistas de la organización que nos acompañaban durante toda la prueba (un 10 para todos ellos por su amabilidad, sus consejos y su total predisposición a cualquier necesidad que pudiéramos tener) nos animaban a forzar un poco para integrarnos en el grupo que se había formado unos metros por delante.
Hicimos el intento un par de veces pero, tras hablar con mi hermano y coincidir en que a ese ritmo no nos sentíamos cómodos, decidimos adoptar nuestro propio ritmo y continuar nuestra carrera los dos en solitario (km7 más o menos).









Esta parte de la carrera se hace un poco pesada, ya que es una recta interminable, con el grupo de 5:30 siempre en el horizonte.
Al llegar al avituallamiento del km10 cogemos nuestra primera botella de agua y, aprovechando una bajada en el km11, realizamos nuestra primera parada técnica.

Llegamos a San Pelayo, el primero de los pueblos que atravesaremos en esta maratón, situado en el km12. Es el más pequeño de todos, y tras un breve recorrido por sus calles, enfilamos de nuevo la carretera rumbo al siguiente pueblo: Torrelobatón.



El paso por este pueblo es un momento clave de la carrera. Está situado sobre el km15 de la misma, con lo que ya las piernas tienen su castigo, y presenta una subida muy dura a su castillo (y su dureza se acentúa aun más tratándose de un maratón).
Además, la organización tenía marcada como otra subida "dura" una rampa que acababa en el avituallamiento del km20.

Con todo esto en mente, decidimos hacer otra paradita técnica justo en la entrada del pueblo (se ve que no soltamos todo el lastre en la primera) para afrontar las trampas que nos aguardaban en él.



Tras superar la rampa que sube al imponente castillo que gobierna el pueblo (y que, en mi opinión, es demasiado dura para un maratón) salíamos de Torrelobatón cruzando un arco por una calle que picaba hacia abajo y que permitía recuperar un poco las piernas tras el esfuerzo realizado.











De nuevo en la carretera, el siguiente objetivo es el paso por la mitad de carrera, para lo cual deberíamos superar previamente esa subida anunciada por la organización que terminaba en el km20.
Y efectivamente, la cosa era bastante seria...

Tres kilómetros de subida sin tregua (del 17 al 20) con un fuerte viento en contra en la más absoluta soledad del páramo castellano hacían de este tramo un auténtico desafío, físico y mental.




Por delante, se ve cómo el grupo va desmembrándose debido a la dureza del recorrido.


Por fin, logramos completar la subida y afrontar un tramo mucho más cómodo que nos lleva directos al km21, por el que pasamos en 2 horas justas. 
"Sólo" queda la mitad.



El siguiente pueblo es Castrodeza, en el km28. Antes, en el 25, se encontraba el primer avituallamiento sólido. Este tramo es mucho más cómodo que los anteriores. Además, sale un poco el sol y el aire sopla con menos fuerza y favorable.

Tanto mi hermano como yo vamos muy cómodos y con las piernas bastante enteras, y afrontamos con optimismo el momento de "llenar el buche": plátano, naranja y aquarius que nos dan la vida. También daban geles, pero nosotros no los tomamos, ni aquí ni nunca.

Llegamos a Castrodeza y comenzamos el ya tradicional callejeo por el pueblo. La verdad es que a nosotros se nos hacían un poco odiosos esos tramos urbanos, ya que te cortaban el ritmo y además casi siempre eran por calles que picaban hacia arriba.






Saliendo del pueblo, mi hermano me dice que va mal del estómago y tiene que parar a hacer caca. Le digo que cuanto antes mejor, y realizamos nuestra tercera parada técnica.

El próximo objetivo es llegar a Wamba, en el km34. 
Un miembro de la organización nos dice que quedan dos subidas: una llegando al pueblo y otra bastante dura al salir de él.

Cuando afrontamos la primera de ellas, mi hermano me dice que va a ser muy duro. Me preocupo. Sé que si ha dicho eso es porque va tocado, y trato de animarlo diciéndole que en 8km estamos en la meta.
Entramos en el pueblo y callejeamos por sus calles, destacando el paso por su magnífica iglesia de Santa María.




Mi hermano va muy justo y no puede mantener el ritmo; tengo que frenarme para que no se quede.

Al salir del pueblo encontramos el avituallamiento sólido del km35, el último de la carrera. Cojo naranja y aquarius, y sé que con eso ya voy hasta el final. Mis piernas van genial y me encuentro muy entero, dadas las circunstancias.

Por desgracia, mi hermano no tiene esa suerte y me dice que se acabó, que abandona. Me paro y vuelvo con él. Trato de animarlo a seguir, que ya queda poco. Estamos casi en el km 36, iniciando la dura subida que antes nos habían anunciado.
Hace un breve intento de volver a correr, pero se para de forma definitiva. Me dice que siga, que él va a avisar a un coche para que lo recojan.

Vuelvo a reanudar mi carrera lleno de rabia y pena por el abandono de mi hermano. Sé cuánto ha entrenado y esperado para este día, pero circunstancias de mayor importancia hacen que tenga la cabeza en otro sitio y no esté mentalmente dispuesto a sufrir aquí.

Aprieto los dientes y empiezo a rebasar corredores que en línea de uno van andando o trotando muy lentamente. Voy a buen ritmo, y sólo quiero llegar y ver que mi hermano está bien.

De repente, un todoterreno pasa a mi lado y de la ventanilla se asoma mi hermano, quien sonriendo me dice: "voy a llegar antes". 
Eso me da un empuje aun mayor e incremento el ritmo, soltando a un corredor que me iba haciendo la goma y cogiendo a otros atletas que están sufriendo muchísimo en estos kilómetros finales.

Con un aire bestial que daba de costado y que endurecía aun más la carrera, entro en Peñaflor de Hornija y empiezo a sonreir. Ya está hecho. Un breve callejeo y recta de meta, donde están Sara y mi madre y, al lado del arco, mi padre con mi hermano.




Finalmente paro el reloj en un tiempo de 4:00:46, que se convierte en mi MMP de la distancia y que sé que con un circuito más favorable (cosa fácil) y sin el tiempo perdido con todo lo del abandono de mi hermano, mejoraré con claridad.

Lo mejor a nivel individual es que en una carrera durísima por el recorrido y la climatología no he sufrido en ningún momento. Eso me da mucha confianza para afrontar futuros retos en la distancia el próximo año que ya desvelaré más adelante, y tranquilidad al ver que los entrenamientos desde el verano han tenido su recompensa.

Estoy, creo, en mi mejor momento como runner, y esta carrera ha sido un broche fantástico a un año muy especial, el de mi confirmación como atleta popular y como maratoniano.

Sobre esta Maratón de los Montes Torozos sólo puedo decir cosas positivas. Grandísima organización en la que no echas nada en falta, unos voluntarios entregados con los corredores, ambiente familiar y cercano, camiseta técnica y medalla para los finalistas, y completo avituallamiento final.
Es una prueba que por méritos propios se está consolidando en el panorama nacional, ya que en esta edición hemos sido más de 100 los atletas participantes, y me alegro mucho de haber sido parte de algo que merece tanto la pena.

El próximo año no volveré, ya que me espera un nuevo desafío maratoniano por esas fechas, pero animo encarecidamente a todo el mundo a que haga un hueco en sus agendas para el 1 de Noviembre del 2015 y experimente la maravillosa dureza de los Montes Torozos.