lunes, 6 de febrero de 2017

MARATÓN VÍAS VERDES ARGANDA DEL REY


Primer maratón del año y el noveno en mi cuenta particular.
Este maratón surgió tras echar cuentas y ver que si hacía un maratón antes del 8 de abril, en Ibiza completaria mi primera decena, y la verdad es que me apetece mucho celebrar esa bonita cifra en un marco inmejorable como ese.
Algún año atrás ya le había puesto el ojo encima a las carreras de este circuito de maratones por vías verdes y, por cercanía, el de Arganda del Rey es el más factible.

Estaba decidido; mi amigo Alejandro y yo iríamos a Arganda a conocer su vía de asfalto rojo.

El precio (42€) es bastante caro, en mi opinión, para las dificultades organizativas que entraña, ya que no hay que cortar calles y el personal de protección civil y Policía es mínimo. A esto había que sumar los 6€ del traslado en autobús a Carabaña, desde donde se iniciaba la distancia de 42 kilómetros.
Sin embargo, como nadie te obliga a pagarlo si no te parece justo, no puedo quejarme, aunque sí comentar mi apreciación.

No obstante, es de justicia comentar también que los avituallamientos y la labor de la organización en todos los aspectos es sobresaliente. Prima por encima de todo el trato al corredor, y eso siempre se agradece.

El sábado a medio día ya estábamos en Arganda, y lo primero fue buscar un sitio donde comer. Nos costó un buen paseo bajo una tromba de agua, pero por fin dimos con un restaurante donde nos sirvieron una comida que nos supo a gloria. Además, dejaba de llover e incluso el sol se asomaba tímidamente, por lo que todo eran buenas noticias.

Antes de ir a recoger el dorsal, visita al supermercado para comprar la cena y el desayuno. Lo habitual en mi caso: sándwiches de pavo y queso, isotonica, biofrutas y un par de plátanos.

La recogida de dorsales se lleva a cabo en el hotel de la organización, el AB Arganda, casi al lado del Ibis donde nos alojabamos nosotros.

Entrega rápida de dorsales, divididos éstos en colores según la distancia. El nuestro era el verde.



Con todos los deberes hechos, nos vamos al hotel a descansar y a prepararnos para la carrera que nos espera en pocas horas.

Las previsiones dan lluvia a primera hora de la mañana, pero lo que más preocupa es el fortísimo viento que sopla y que amenaza con convertir la carrera en una auténtica tortura.

Descanso fenomenalmente bien y me levanto pletórico. Desayuno lo antes comentado y me coloco los atuendos con los que trataré de completar con éxito un nuevo enfrentamiento con la distancia mítica.

A las 7:15 estamos ya en la ciudad deportiva, desde donde parten los autobuses que nos irán repartiendo en nuestros correspondientes puntos de salida.
A las 7:30 y bajo una lluvia torrencial iluminada con relámpagos, comenzamos el trayecto hacia Carabaña.

Cuando llegamos allí casi no llueve y poco a poco las nubes van dejando paso al sol, por lo que la amenaza de lluvia y de empaparse ya de salida queda descartada.
Sin embargo, el asunto del viento es bien distinto.
Las previsiones son que vaya en aumento y encima los atletas que conocen la prueba me comentan que pega de cara durante todo el recorrido, en especial en el tramo de subida a la cementera, el más desprotegido.

Como esperaba lluvia, decidí traer la gorra y dejar las gafas de sol en el coche. En estos instantes antes de empezar me arrepiento enormemente de esa decisión. 42km con aire de cara es mucho riesgo para mis lentillas, y me preocupa que me pueda entrar porquería y tener que abandonar si la cosa no se soluciona.

Estos pensamientos me llevaron a tomar una decisión que luego comentaré y que me causó muchas dolencias musculares que me dieron mucha guerra el último tramo de la carrera.

Ya instantes antes de empezar a correr me despido de Alejandro y nos deseamos suerte.

Esto es lo que nos espera por delante



Los primeros kilómetros consisten en una idas y venidas por el pueblo y la carretera hasta que por fin ya se entra en la vía verde, que ya no abandonaremos hasta llegar a Arganda del Rey cuando queden los últimos 3-4km de carrera.

Es en estos primeros compases donde me encuentro con un antiguo conocido del Maratón de Aguilar de Campoo, Capi, a quien saludo y con el que compartiré zancadas hasta el kilómetro 10.
Un enorme corredor que se mete maratones, ultras y montaña como si no costaran, y además un gran tipo.
Esos 10 primeros kilómetros en su compañía se me pasan volados.
El recorrido es benévolo aunque ni mucho menos llano, y continuamente van apareciendo pequeñas subidas que ya van dejándose notar.
Todo esto, claro; con un viento de cara que, si bien nunca nos abandona, de momento tampoco es demasiado intenso (siempre comparándolo con lo esperado un día de alerta por rachas de viento, claro. Este aire un día normal sería un vendaval).

La vía verde nos lleva por unos paisajes muy bonitos, y la verdad es que estoy disfrutando mucho y pienso que la elección de este maratón ha sido un acierto.

Los ritmos se mueven en torno a 4:50-4:55, con algún kilómetro un poco más rápido, dependiendo también del perfil y de la intensidad del aire.

Los avituallamientos son cada 5km, y en ellos hay agua (en vaso y en botella), powerade en vaso, gominolas, fruta, frutos secos...
Muy completos y con unos voluntarios entregados que además animaban muchísimo. De 10.

Es en el segundo avituallamiento cuando Capi me dice que va a parar a beber y a evacuar líquidos. Yo paro también a beber un vaso de isotonica tranquilamente, lo que ya sería costumbre en los sucesivos avituallamientos.
Perdería tiempo, si; pero en un maratón de tanto desgaste quería estar bien hidratado, y todos sabemos que si bebes mientras corres en realidad como mucho ingieres la mitad. En un maraton "grande" importa menos porque tienes avituallamientos cada 2'5km, pero en este eran cada 5 y en algunos tramos que están por llegar, eso suponía un mundo.
Decidí por tanto hacerlo así y estoy orgulloso de haber tenido la cabeza en mi sitio y no dejarme llevar por la "marquitis"de buscar el sub3:30 a cualquier precio.

Decía que Capi iba a alargar su parada, por lo que yo decidí continuar y nos citamos para más adelante (su nivel es infinitamente superior al mío).
Por lo tanto, emprendo este segundo mini parcial de 11km en busca de la media maratón en solitario.

Comentar que en esta carrera las señales kilométricas te indican los kilómetros que faltan a meta, y no los que llevas recorridos.
En principio es más normal; de hecho así ocurre en carretera. A mi me da igual, se me hace largo de las dos formas, jaja.

Estos kilómetros hasta la media maratón he incrementado un poco el ritmo y me muevo entre 4:45 y 4:50. Es el tramo más protegido del viento y el perfil es favorable, por lo que decido seguir así hasta que toque afrontar la subida a la cementera que nos espera al llegar a Morata de Tajuña.

La verdad es que esa subida me intimida mucho, y Capi ya me ha comentado antes que el aire en ese tramo es brutal.
Llevo tres geles en el bolsillo, y el el avituallamiento del km20 decidí coger una botella de agua y tomarme uno. No soy muy de geles, pero el "acojone" me llevó a echar mano de energía extra. 

Paso la mitad de carrera en 1:43 y empiezan las hostilidades.
El aire te golpea en la cara y el pecho como si te apuntaran con una manguera, y el terreno comienza a ganar desnivel sin tregua, con algunas rampas de una inclinación muy considerable que hacen mucho daño y te rompen el ritmo.

Y es aquí donde empiezo a realizar esa medida de protección para mis ojos anteriormente comentada, y que consiste en bajar la cabeza y mirar hacia el suelo. Esto me hace correr más inclinado de lo normal, y no sé si debido a esto o no, pero con el paso de los kilómetros empiezo a notar un fuerte dolor en la pelvis que cada vez va a más, lo que me hace sufrir aún mucho más si cabe en este durísimo tramo de 12km de subida continua y viento que te golpea sin piedad con una fuerza enorme.

Son sin lugar a dudas los 12km más duros de mi trayectoria como runner, física y sobre todo mentalmente hablando. Cuando llegaba una ráfaga de aire que casi te impedía moverte casi se me saltaban las lágrimas de impotencia. Es una rabia contenida y un deseo de pegar y destrozar a quien te está machacando y torturando de esa manera que me hacían casi enloquecer.
Repito: DURÍSIMO.

Sin embargo de piernas voy muy bien y voy revasando corredores son parar. Eso me da moral para seguir, y aprieto los dientes para llegar por fin de una vez a la cementera. Marco todos los kilómetros a ritmos entre 5:10 y 5:20, salvo los de la parada a beber en el 25 y el 30, donde se me va casi a los 6 minutos.

Es en ese primer avituallamiento donde Capi me supera y nos damos ánimos para lo que queda.

Por fin, el momento que parecía imposible llega y alcanzo la cementera. Se acabó la subida y, quien iba a decirlo, casi también el aire.
Los siguiente kilómetros del 33 al 37 son una gozada, sin sentir el aire de cara y todos en bajada. Voy en una nube volando a 4:35 y con un subidón de moral tremendo.


Incluso veo que bajar de 3:30 es posible, algo que me parece increíble después de una subida tan dura y larga.
Sin embargo, este paraíso en el que estaba envuelto se esfuma cuando aparece una recta larguísima que nos introduce en Arganda y donde el aire sopla aún con más fuerza.
Cuesta incluso mantenerse estable y avanzar es muy complicado.
Evidentemente esos 2km, hasta el 39, se me van por encima de 5 y con ellos la opción de bajar de 3:30. Me da igual; no había venido a eso. Sólo quiero terminar y sé que lo que si está a tiro es mejorar el tiempo de mi último maratón en Burgos.
Me agarro a ese objetivo para tirar hacia adelante y llegar al hospital de Arganda, donde una durísima subida me termina por destrozar la ingle y me deja muy tocado de fuerzas.

Cuando estoy en plena lucha por recobrar el aliento y el ritmo, un apoyo del pie izquierdo hace que el isquio me dé un pinchazo y casi me dé un infarto del susto.

Acorto zancada y cojeo unos pasos. Parece que se pasa y puedo continuar con normalidad.
Quedan dos kilómetros. Está hecho!!

Tras un callejeo que se hace eterno y en el que aún supero a algún corredor, entró en la pista de atletismo a la que hay que dar media vuelta. Es muy emocionante; he sufrido mucho y voy saboreando la que creo que ha sido mi mejor carrera de siempre.




Finalmente me auto aplaudo y paro el reloj en un tiempo de 3:32:10. Mi segunda mejor marca a 49" del tiempo conseguido en Dusseldorf. Es para estar satisfecho, desde luego.

Allí me reencuentro con Capi, nos felicitamos y nos deseamos suerte para nuestros retos futuros.




Increíble experiencia este maratón. Muy duro, pero mucho. Muy bonito también y excelentemente organizado. Desde luego que va a guardar un lugar entre mis favoritos.

Me encanta esta distancia. Es una experiencia única y mientras pueda quiero seguir disfrutando de ser maratoniano. 

Ahora toca el turno de la montaña. El 19 volveré a La Paramada ya con La Gurriana en el horizonte.

Toca disfrutar!!