miércoles, 18 de marzo de 2015

ZURICH MARATÓ BARCELONA


Me siento delante del ordenador a escribir la crónica de la Marató de Barcelona y no se cómo empezar...
Ha sido una experiencia inolvidable, muy intensa y emocionante. En estas líneas intentaré reflejar lo que esta carrera ha supuesto para mí.
Comenzaré por el principio.

A la hora de planificar el 2015 maratoniano con mi hermano y mi amigo Alejandro, un objetivo emergía claro e inamovible: la Maratón de Lisboa del 18 de Octubre. El resto de maratones debería girar alrededor de esa fecha.
La idea inicial era correr dos maratones más, preferentemente antes del verano (ahora el plan es añadir otro más a final de año).
Enseguida saltó a la palestra la Maratón de Vitoria. Barata, de fácil acceso desde Valladolid y en una fecha perfecta. Inscritos.

Ya sólo quedaba una maratón que precediera a la vitoriana. Me puse a mira las opciones que había, y el primer nombre en salir fue Palencia.
Más cercana y económica imposible. El problema: rumores de una posible no celebración y la nula ilusión que nos despertaba la idea de disputar esa maratón.

Analizando otras opciones, vi la Maratón de Magalluf y, aunque era más cara, el precio rodaría los 100 euros y desde luego atraía más que Palencia. Enseguida se la propuse a Alejandro y éste me dio su visto bueno. Nos íbamos a Magalluf.
Dimos unos días de margen para inscribirnos, sobre todo para ver cómo andaban de precio los vuelos. Al final, descartamos esa opción, y Palencia volvió a ser la maratón más factible.

Y entonces empecé a pensar en Barcelona. ¿Y por qué no?. Era cara, sí. Y más estando la opción portuguesa en octubre. Pero la ilusión y las ganas que me despertaba eran insuperables. No podía quitarme esa maratón de la cabeza. Ya no me valían Palencia o Magalluf. Tenía que ser Barcelona.
Al día siguiente le propongo la idea a mi amigo. Su respuesta fue clara: "Donde tú digas yo te acompaño".
Menos de 24 horas después estábamos inscritos y con los vuelos y el alojamiento cerrados.

A partir de ese instante, cada entrenamiento era pensando en el 15 de Marzo. Soñaba con escuchar a Freddy y a la Caballé proclamar el nombre de la ciudad al cielo mientras más de 15.000 personas aguardábamos impacientes tras las torres de la Plaza de España..

Tanto y tanto soñaba con ese momento que casi no me lo podía creer cuando el Viernes 13 me levanto con dolor de garganta, cansancio muscular y la cabeza como un bombo.
Estaba desesperado y maldiciendo mi mala suerte.
En este punto me gustaría apuntar el enorme apoyo y tranquilidad que me dio mi novia Sara. Fue importantísimo para mí escucharla y distraerme con ella las horas previas al viaje.
Por cierto, durante la tarde fuimos al Sprinter, y con su consejo, cogí una camiseta nueva de tirantes con la que me saltaría una de las normas sagradas del maratoniano: no estrenar ropa el día de la carrera. Necesitaba hacerlo. Era una pequeña forma de darle las gracias.

El Sábado amaneció de madrugada, y a las 6 quedaba bajo los arcos del acueducto con mi compañero de expedición rumbo al aeropuerto. Conmigo, una bolsa cargada de ropa de correr, ilusiones e ibuprofeno.

Durante el trayecto al aeropuerto y el posterior vuelo, me digo a mí mismo que debo disfrutar de la experiencia y el Domingo hacer lo que el cuerpo me deje, que no valía la pena amargarse por una carrera. Esos pensamientos surten un efecto inmediato: me olvido de mis molestias y me preocupo sólo del gran fin de semana que tengo por delante.

Una vez llegamos a nuestro cuartel general, la Pensión Peiró (destacar el excelente trato de los recepcionistas y la inmejorable relación calidad-precio-ubicación), dejamos los bártulos y pusimos rumbo a la Feria del Corredor.
Yo nunca había estado en ninguna antes, y lo que me encuentro allí me deja boquiabierto: miles de corredores, multitud de stands...; todo a lo grande. Recogemos la bolsa del corredor (dorsal y camiseta, cutre a más no poder, por cierto) y empezamos nuestro recorrido por los diferentes stands.

Nos apuntamos a todos los sorteos de dorsal que encontramos (Castellón, Valencia, Málaga, San Sebastián...) con las esperanza de que se nos facilite un poco nuestra última maratón del año, jeje.

Al salir, decidimos pasar de la pasta party y nos damos un festín de hidratos a base de pizza y hamburguesa en un restaurante brasileño regentado por asiáticos.

Por la tarde, una siestecita y visita express al super para comprar la cena y el desayuno del día siguiente. Fuera, jarreaba agua y los dos cruzábamos los dedos por que se cumplieran las previsiones que anunciaban sol a la hora de la carrera.

Tras cenarme un sandwich de pavo y queso, otro de queso con salmón y beberme tres biofrutas sabor Mediterráneo, es hora de descansar para la gran cita del Domingo.

La alarma nos despierta a las 6. Analizo mi estado físico: la cabeza me duele pero es soportable, y el cuerpo no está a tope pero no me veo mal del todo. El objetivo ha de ser luchar por colgarme la medalla de finisher al cuello. El objetivo que traía de hacer 3:45 desaparece de mi mente. Sólo pensaría en ir kilómetro a kilómetro hasta llegar a los 42.

Un sandwich de queso y pavo, un plátano y un par de biofrutas, esta vez sabor Pacífico, serán todo mi equipaje para iniciar mi cuarta tentativa de seguir los pasos de Filípides.
Esto es lo que me espera por delante



Tras una visita al guardarropa un poco caótica, nos colocamos sin problemas en nuestro cajón de salida: 3:15 - 3:30. Evidentemente está muy lejos de ser mi nivel, pero ya que se me daba la oportunidad, saldría delante para disfrutar de una salida mágica.

No hay nervios, sólo unas ganas enormes de empezar y un deseo inmenso de poder terminar.

El sistema de salidas escalonadas de los diferentes cajones es sencillamente espectacular. Corres con la gente de tu nivel, sin agobios ni masificaciones. Un 10 para la organización.

Y por fin llega.
Oigo los acordes de la canción que tanto deseaba oír, que tantas y tantas veces he escuchado en mi casa; y hacerlo en ese sitio bajo ese contexto hace que me emocione y se me humedezcan los ojos. Era un sueño hecho realidad. En ese instante, sentí que cada día que me había calzado las zapatillas para salir a correr había merecido la pena.
Tres minutos después de la salida de los corredores élite es nuestro turno. Arranca una nueva aventura de 42.195 metros.

Los primeros metros los hago sin pensar en nada; voy como flotando aun embriagado por la emoción del momento. Sin embargo, pronto me digo que es momento de aparcar lo emocional y ponerse el mono de trabajo. Tengo que regularme y correr con cabeza si quiero tener opciones de terminar, ya que no sé cómo va a responder mi cuerpo ante tan gran esfuerzo.

Paso el primer kilómetro por debajo de 5:30, que era el ritmo que me había fijado como referencia.
Voy bien, tranquilo y cómodo de piernas, y el paso por el segundo kilómetro me confirma que mi ritmo de crucero está por debajo de los 5:30 anteriormente mencionados. Así, cada paso kilométrico uso esa referencia para controlar que no acelero pero que tampoco bajo el ritmo.

El inicio de la carrera es bastante exigente, con muchas calles picando hacia arriba. Esta será la tónica hasta el paso por el Camp Nou, entre los kilómetros 6 y 7.

El día es excelente, soleado y temperaturas rondando los 10º, ideal para correr.

La primera referencia importante será el paso por el km10, el cual hago en unos 53'.
Comentar al respecto que las distancias se marcaban tanto en kilómetros como en millas, lo cual considero un acierto por parte de la organización. Además, los avituallamientos se avisaban 100 metros antes, con lo cual ya te ibas preparando y dejándote caer para uno de los lados de la calzada.
Ya que menciono el tema de los avituallamientos, decir que era sencillamente espectaculares. Mesas a ambos lados, voluntarios que sabían cómo hay que hacer las cosas para ayudar a los corredores... Además, había uno cada 2'5km - 3km, con lo cual todas las posibles necesidades de los atletas estaban cubiertas ampliamente. Agua, powerade en vasos, fruta, frutos secos... Muy muy bien.

La carrera sigue avanzando. El recorrido es inmejorable, y el paso por la Sagrada Familia pone los pelos de punta.


Poco a poco me voy acercando al punto intermedio de la prueba, pero antes, en el 17, paro a efectuar la primera de mis evacuaciones de líquido. 
El paso por la media maratón marca 1:52 en mi reloj, y la sensación en las piernas es inmejorable. 
Analizando mi estado, por primera vez empiezo a pensar en tiempos, y me vuelve a la mente mi "viejo" objetivo de hacer 3:45. Si mantengo el ritmo es factible. Pero hay que mantenerlo...

El terreno es favorable; ya no hay rectas largas que piquen hacia arriba, y cada vez voy ganando más y más confianza. Sólo quiero llegar al kilómetro 30. Sé que ese punto será clave. En Madrid fue donde empezó mi calvario, y no podía evitar sentir mucho respeto por ese paso.

Pero cada vez disfruto más y me encuentro mejor. Me preocupo por hidratarme y alimentarme bien, que no quería calambres ni pájaras de última hora.
Cada vez se ve más gente andando o parada con evidentes gestos de dolor, lo cual te hace volver a la realidad y darte cuenta de lo duro que es correr un maratón.

Por fin veo el cartel del kilómetro 30, por el que paso en 2:38. Estoy en tiempos de ser sub 3:45 y, lo que es más importante, ahora sí tengo la certeza de que volveré a casa con la medalla al cuello. 
En ese momento me vienen a la mente todas las dudas y miedos que sentí desde que el viernes me levanté fastidiado. Son muchas cosas las que se te pasan por la cabeza, muchos pensamientos negativos y nervios, muchos kilómetros de entrenamiento en las piernas. Y todo ello explotó en ese kilómetro 30, donde, confieso, derrame alguna lagrimilla.

Con la nueva inyección de moral y el recorrido llevándonos paralelos a mi querido Mediterráneo, me vengo arriba y decido subir el ritmo. Quiero ese sub 3:45. Quiero ponerle la guinda al pastel.

No dejo de pasar gente. El parcial del km 35 al 40 es el mejor de toda la carrera y, tras saludar a Cristobal Colón, ya sólo pienso en empezar a subir el Paral-lel.
Es el momento más esperado del recorrido: dos kilómetros hacia arriba que te llevan directo a la gloria.
Voy desatado, superando corredores sin parar (en los últimos 12km ganaría mil posiciones), disfrutando de cada zancada, de cada metro. La animación es espectacular. Un río de gente anima sin cesar mientras se me pone la piel de gallina. No quiero que se acabe. 
Miro el reloj. Aun yendo a 6' el kilómetro bajaría de 3:45. Lo tengo hecho.
Llego a la Plaza de España y giro a la izquierda.
Y allí está. La meta. Esa línea que hace menos de cuatro horas soñaba con poder cruzar, y ahora está ahí, a escasos 200 metros.




De nada sirve intentar explicar lo que se siente al acabar un maratón. Hay que experimentarlo. Aun no me o creo. Estoy totalmente entero, he hecho los temidos últimos 2.195 metros de Barcelona en 11', y simplemente me dejo llevar para cruzar la meta en un tiempo de 3:42:54.

Para mi sorpresa estoy muy tranquilo. No siento euforia, ni rabia ni me emociono. Simplemente siento satisfacción, felicidad, pero sin aspavientos ni muestras públicas. La llevo por dentro, en lo más profundo de mí. Necesitaba una carrera así. Lo que Madrid me quitó, Barcelona me lo ha devuelto.

En números, la carrera me sale a un ritmo medio de 5:17, y dos parciales de 1:52 la primera media y 1:50 la segunda.
No voy a caer en la bobada de decir que si hubiera estado al 100% habría hecho mejor tiempo. Ni lo sé ni me importa.
Estoy muy orgulloso de mi marca y de la forma en la que la he conseguido.

En cuanto a la carrera en sí, que puedo decir...
Todo perfecto.
Gran organización, recorrido inmejorable, avituallamientos perfectos...
La única pega es ese espanto de camiseta, impropia de un maratón de este nivel.
Sólo puedo compararla con Madrid, y para mí Barcelona está claramente por encima.

Ha sido un fin de semana perfecto. No cambiaría nada.

Mis próxima carrera será la Media Maratón de Segovia del 12 de Abril, donde el objetivo es bajar de 1:35 con la mente puesta en el Maratón de Vitoria del 10 de Mayo. Allí, intentaré superar mi marca, pero es algo que no me obsesiona en absoluto. Me ilusiona acercarme a las tres horas y media, pero quiero hacerlo de forma natural y disfrutando de cada zancada. Una maratón es muchísimo más que el tiempo que marcas en la línea de meta, al menos para mí.

Ahora, cada vez que vuelva a escuchar la canción de "Barcelona", recordaré que yo estuve allí, entre esas dos torres, cantando mentalmente que "por tí seré gaviota de tu bello mar", rodeado de 19.000 personas.

Foto para el recuerdo.