lunes, 24 de abril de 2017

IBIZA MARATHON


Run and feel. 
Con ese eslogan se define a la perfección lo que ha sido para mí este Ibiza Marathon. Una experiencia que ha ido mucho más allá de una carrera y que, sin lugar a dudas, ha sido la mejor que he vivido calzando unas zapatillas de correr.

La historia de esta carrera comenzó a finales de agosto cuando mi novia, ibicenca y de Santa Eulalia, me habló de que se iba a organizar un maratón en la isla con sede en el citado pueblo.
Tras asegurar un buen alojamiento tirado de precio, llamo a mi hermano y le cuento la noticia.
Casi antes de acabar de contárselo ya teníamos tomada la decisión: el 8 de abril tocaba una nueva cita con la distancia mítica por tierras ibicencas.

Todo parecía hecho a medida en esta carrera: el pueblo de mi novia, en vacaciones de Semana Santa, y unos vuelos que nos permitían aprovechar el fin de semana al máximo.

Este año no va a haber maratón internacional debido a causas laborales de mi hermano, pero desde luego no se me ocurre un sustituto mejor.

Además, había buscado celebrar aquí mi primera decena de maratones, en un marco incomparable y rodeado de las dos personas más importantes para mí. Sin duda una oportunidad única y especial.

Mi hermano y yo teníamos claro que veníamos a correr, por supuesto, pero sobre todo a disfrutar de cada segundo del fin de semana, por lo que el viernes nada más aterrizar a las 8am y toda la noche sin dormir, comenzamos un día de turismo sin parar ni un segundo, tanto por Santa Eulalia como por Ibiza capital.

Por la mañana, fuimos también a la feria del corredor a recoger el dorsal. Feria pequeña pero bien organizada con varios stands de otras carreras y de productos deportivos.



Además del dorsal, imprescindible recoger dos elementos clave: la camiseta (marca Joma y de muy buena calidad) y la pulsera con la que la noche del maratón teníamos acceso gratuito a Pachá. Detallazo tremendo por parte de la organización (el precio de la entrada son 40€; nosotros pagamos 45 de inscripción. Queda todo dicho).

Ya por la tarde, con la piernas cansadas de tanto tute y el cuerpo fundido, nos vamos a nuestro apartamento a descansar y a hidratarnos y comer bien para el día siguiente, que pintaba interesante.

Amanece el sábado un día espléndido. Nada de aire y el sol pegando con ganas. 
La carrera es a las tres, por lo que decidimos desayunar a las 8 y zamparnos un par de pizzas a las 12:30.

Entre medias, paseito con Sara por la estupenda costa del pueblo y alrededores que viene bien para soltar las piernas.

Ya nada más comer, vuelta al apartamento y fin de las "vacaciones". Toca ponerse el mono de trabajo y activar el modo maratón.

Hay nervios; muchos más que en otras maratones pasadas. Se nota que ésta es especial y hay ganas de que salga bien.
Llegamos en nuestro mejor momento de siempre, pero la hora, el clima (calor y muchísima humedad) y la gran dureza del recorrido nos presentan mayores dificultades que ningún otro maratón hasta la fecha.



El plan de carrera es el de siempre: seguir al globo de 3:30 e ir en una franja de ritmos de entre 5-4:45. El sub3:30 ronda nuestra mente pero no vamos a centrarnos en ello. Sabemos que está en las piernas y que va a caer, más temprano que tarde.

Nos acercamos sin prisas al lugar de salida, y vemos como al menos la mitad de atletas allí presentes son extranjeros. Gente la gran mayoría que viene a disfrutar de la fiesta del maratón, a pasarlo bien y a conocer nuevos lugares en zapatillas de correr. Tenemos mucho que aprender de gente así, y no estar tan esclavizados con el reloj que nos olvidamos de disfrutar, basando esto último simplemente en el tiempo que marque el reloj de meta.
Desde luego mi hermano y yo tenemos muy claro que somos de los corredores pertenecientes al primer grupo.

Nos colocamos en nuestro cajón y se escuchan por megafonía los dos temazos previos al pistoletazo de salida y que nos ponen los pelos de punta y nos hacen querer salir ya a disfrutar: la banda sonora de Carros de Fuego (imposible ser runner y no emocionarse con esos acordes) y The eye of the tiger, que te pone como una moto.
Tras Barcelona (es insuperable), la mejor elección de música previa de los maratones que he corrido.

Pues esto empieza ya y recorremos los primeros metros pegados a la Marina y al puerto de Santa Eulalia.

El calor pega con ganas, y tras esos metros de calentamiento, empezamos a subir de manera continua buscando salir del pueblo y coger el Cami Vell, que nos enseñará la Ibiza más rural.

Son en total 7km tremendamente duros, con continuos sube-bajas (largos y duros los primeros y cortos y pronunciados los segundos) que van machacando las piernas sin piedad.

Por si fuera poco, el globo de 3:30 se está cascando los kilómetros a ritmos inferiores a 4:50, con continuos tirones y cambios de ritmo, que provocaron alguna petición de explicaciones por parte de varios corredores. Pésima su labor, desde luego; lo que por desgracia parece que sea la tónica habitual, el menos en los maratones que corro yo.

La dureza del recorrido y el ritmo kamikaze que llevamos nos pone bastante nerviosos y entran dudas de si este esfuerzo nos pasará factura en la parte final.



Por suerte, llegamos al final de la subida y ahora se presenta una larga bajada que nos llevará a la carretera de Ibiza. Tramo para recuperar un poco y calmar nervios. Empezamos a disfrutar.




Ya en la carretera principal, la capital ibicenca va apareciendo en el horizonte con su impresionante Dalt Vila en lo alto.
Nosotros no llegaremos hasta allí, sino que daremos una vuelta por La Marina-Botafoch con el paso por la puerta de Pachá como punto caliente.

La organización había distribuido varios grupos de animación a lo largo de todo el recorrido, de diversos estilos, tanto musical como estéticamente hablando.
Luego hablaré de ello, pero de 0 a 10, la organización de este maratón ha sido de 200.

Tras despedirnos de Pachá hasta la noche, vuelta a la carretera principal para recorrer el tramo anteriormente realizado y continuar hasta llegar de nuevo a Santa Eulalia en el kilómetro 30.

Estos aproximadamente 12km son realmente duros, ya que aunque la segunda mitad es con perfil descendente, los primeros 6km son muy monótonos y presentan una subidas bastante largas y que ya hacen mucho daño.

A estas alturas ya se ve a muchísima gente con problemas musculares y sufriendo mucho. El perfil y la humedad están empezando a causar estragos.

Sobre el kilómetro 26, ya en plena bajada hacia Santa Eulalia, mi hermano tiene que parar a evacuar líquidos. Al reanudar la marcha, una leve molestia que ya llevaba notando en la zona de la rodilla derecha desde hacía un rato, se convierte en un dolor bastante considerable que me dificulta dar la zancada con normalidad.

Se lo comento a mi hermano pero trato de mostrarme tranquilo; no quiero que se preocupe por nada que no sea seguir avanzando. Eso sí, yo por dentro si voy un poco mosca, porque la cosa no tiene visos de ir a mejor, si no más bien al contrario.

Es una lástima porque es un tramo muy cómodo para correr y la entrada en una Santa Eulalia abarrotada de gente animando te da un subidón tremendo, pero mi pierna cada vez está más rígida y me cuesta más correr.

Nos empezamos a mover en ritmos entre 5:05-5:10, ya que mi hermano decide quedarse conmigo en vez de seguir, puesto que su ritmo es notablemente superior.
Para mí ese apoyo es fundamental, ya que cada vez estoy más agotado mentalmente de seguir sufriendo con este dolor.

Quedan los 12 últimos kilómetros que me conozco de memoria, ya que han sido muy habituales en mis entrenos veraniegos. Sé que una gran parte de ellos son picando hacia arriba, además se ser grandes rectas por carretera que pueden hacerse dura en el plano anímico.

El ritmo se va manteniendo estable, lo cuál me ayuda mucho para seguir peleando.



Por fin llegamos a la localidad de Es Canar, donde podemos ver el mar fugazmente y ponemos rumbo ya definitivo hacia Santa Eulalia.

Antes, paso por Punta Arabi y su famoso mercado hippie, donde un "autóctono" nos recomienda dar unas caladas al porro que se está fumando para coger fuerzas. Nos partimos de risa.

Por fin salimos a la carretera que lleva a Santa Eulalia y nos vamos encontrando con un goteo incesante de maratonianos que van hacia Es Canar, casi todos ellos con muchos problemas físicos y sufriendo de verdad.

Repito una vez más que el perfil y sobre todo el calor y la humedad han hecho estragos en el día de hoy, convirtiendo esta maratón en una prueba realmente exigente para el físico de los corredores.

Entramos por última vez en Santa Eulalia y nos quedan apenas 2km para terminar. Voy con la pierna convertida en tronco, pero ahora sí que sé que esto está hecho. 

Llegamos al paseo marítimo, kilómetro 41. Quedan 1.495m bordeando la playa, sin lugar a dudas los mejores de toda la prueba.

El paseo está vallado y la gente forma un pasillo humano de aplausos y gritos de ánimo que ponen los pelos de punta.
Qué grandes son esos metros finales de un maratón. No hay una sensación igual. 




Mi hermano lo celebra; venía con nervios después de su pájara en Burgos y hoy en un maratón durísimo ha vuelto a demostrar que domina la distancia, llevándose una enorme inyección de moral.

Justo antes de entrar veo a Sara animando y mi felicidad es completa. Esta es su casa y me encanta haber hecho tan buen papel delante de ella.

Ahí tenemos ya el arco de meta. Se nos va a escapar bajar de 3:30 por muy poquito otra vez. Con mi pierna en su estado normal habría estado hecho, pero ni mucho menos este hecho empaña nuestra enorme satisfacción por lo realizado.
Clásica entrada en meta y el reloj nos marca un 3:31:29 que se convierte en nuestra segunda mejor marca a sólo 8" del tiempo conseguido en Dusseldorf hace un año. Nada que ver en cuanto a perfil yclimatología, por lo que éste sin duda ha sido nuestro mejor maratón juntos.



Como muestra, un dato: muchos abandonos, 455 llegados a meta y puestos 55 y 56 en la clasificación general. Maratón muy exigente que nos ha exprimido al máximo a los corredores.

Ya en meta, cabinas de baño, mucha bebida, no tanta comida y entrega de una estupenda medalla finisher que desde luego nos hemos merecido.

Inmejorable experiencia este Ibiza Marathon. Organización de 12, ambiente estupendo, recorrido no demasiado bonito pero es lo que hay, se agradece que sea lineal y no dar 20 vueltas al mismo sitio.

Estoy muy contento de haber celebrado mi décimo maratón aquí, corriendo junto a mi hermano y con el cariño de mi novia y su familia, en un lugar que me encanta y donde ya me siento como en casa.

El fin de fiesta maratoniana, en Pachá por cortesía de la organización. Un gesto que se agradece mucho y un broche final estupendo para una carrera inolvidable.

Ahora dejaremos los maratones de asfalto para el otoño, donde me esperan Burgos y San Sebastián, este último un viejo anhelo que espero por fin poder disfrutar.

Y, en cuanto las condiciones laborales de mi hermano lo permitan, nos meteremos de lleno en la planificación de nuestro próximo maratón internacional, ya para 2018.

Ahora es el turno de la montaña y los 42km del Integral del Valdecebollas, el 28 de Mayo.
Previamente, haré un trail de 21km que se celebra por primera vez en una localidad muy cercana a donde resido, para ir metiendo cuestas en las patas.
Toca disfrutar al máximo de la última gran carrera de este primer semestre, de nuevo junto a mi hermano.