jueves, 14 de mayo de 2015

MARTÍN FIZ MARATÓN DE VITORIA


Segunda maratón del año y la quinta de mi colección particular.

Ya comenté en la crónica de Barcelona que esta Maratón de Vitoria enseguida me cuadró en mi planificación de la temporada. En esos planes, esta carrera era la que tenía marcada para tratar de hacer mi marca personal en la distancia. Barcelona tenía que ser mágica y no iba a arriesgar, y Lisboa será mi primera internacional y la haré con mi hermano disfrutando de cada zancada.

Tras el 3:42 de Barcelona y la increíble experiencia que supuso ese fin de semana, la verdad es que la preparación de esta maratón vitoriana se me ha hecho un poco cuesta arriba, especialmente en el aspecto psicológico. No era capaz de encontrar esa motivación tan necesaria que impulsa al corredor para salir a entrenar con la exigencia y la disciplina que una maratón exige.
Barcelona me había "vaciado".
Durante la preparación de esa carrera, cada kilómetro que hacía entrenando lo hacía soñando con el 15 de Marzo. Mientras corría, respiraba Barcelona.
Y al llegar el gran día, mis mejores expectativas quedaron desbordadas.

Por ello, estos casi dos meses entre una maratón y otra se me han hecho un poco pesados. 
Este hecho, este "bajón" motivacional ante una carrera que debería ser un acontecimiento esperado con una ilusión máxima, me ha hecho reflexionar y llegar a la siguiente conclusión: una maratón y su preparación son demasiado exigentes tanto física como mentalmente para llevarlas a cabo sin una motivación e ilusión muy elevadas. Por lo tanto, en mi caso concreto, me veo incapaz de "hincharme" a correr maratones, como hacen muchos otros. No tanto por aspectos físicos, sino por cuestiones de cabeza.
Necesito sentirme como para Barcelona, como me siento pensando en Lisboa.
No me llena el hecho de contar maratones; yo lo que busco es hacer y sentir que correr un maratón sea una experiencia especial e inolvidable.

Por lo tanto, mi número de maratones al año oscilará entre 2 y 3: correr uno por semestre y que uno de ellos sea internacional es innegociable. Si añado un tercero o no, dependerá de mi motivación hacia ello o hacia otros objetivos (carreras de montaña).

En cuanto a esta Maratón de Vitoria, la verdad es que ha sido una buena experiencia.

Es una maratón mediana (justo el tipo que me faltaba), ni masificada como Madrid o Barcelona, ni familiar como Aguilar o Montes Torozos.
Vitoria es una ciudad agradable, con un bonito casco antiguo y una gran cantidad de parques y zonas verdes.
Su maratón lleva el nombre del gran atleta vitoriano Martín Fiz, el alma de esta carrera. Totalmente implicado en su organización y desarrollo, participa cada año y recibe con los brazos abiertos a cuantos quieran enfrentarse a la distancia mítica en "su" ciudad.

Allí llegamos mi amigo Alejandro y yo el Sábado al mediodía tras 3 horas de tren desde Valladolid. El tiempo era el de toda España en esos días: sol y temperaturas casi veraniegas.
Yo odio correr con calor. No me va nada bien.
Tras las previsiones para el día de la carrera, que daban 15º a la hora de la salida y 27º a mediodía, decidí descartar la opción que había estado barajando esa semana: ir con el globo de 3:30 hasta donde mis piernas me dejasen.
Demasiado calor para un reto tan grande, por lo que la idea sería moverme en los ritmos de Barcelona, siempre teniendo como referencia el globo de 3:45.

Nada más llegar a Vitoria, fuimos a nuestro alojamiento, el Dato 2, y la verdad es que fue un acierto total haber reservado ese sitio. Amplia habitación, decoración espectacular, localización inmejorable (a 100m de la estación de tren y 300m de la Plaza de la Vírgen Blanca). Muy recomendable.

Tras dejar nuestras cosas, fuimos a buscar un sitio donde comer. En la citada Plaza de la Vírgen Blanca encontramos una pizzería que vendía porciones, y allí nos pusimos las botas mi amigo y yo llenando al máximo nuestras reservas de hidratos.

Tocaba ir a recoger el dorsal y la bolsa del corredor. Ésta estaba localizada en un centro comercial llamado El Boulevar, a unos 3km de donde nos encontrábamos. Aunque había un autobús que te llevaba hasta la puerta, decidimos ir andando para conocer un poco la ciudad y bajar la comida.
Cuando llegamos, la recogida era como la de cualquier otra carrera popular: un mostrador para cada distancia, dabas tu nombre, te daban el dorsal y la bolsa del corredor, y a otra cosa. Ni rastro de algo parecido a una feria del corredor.
Eso sí, para los 30 euros que pagué por la inscripción, la bolsa del corredor incluía una camiseta técnica y unos manguitos, ambos de la marca 42K. En otras por el doble te dan sólo la camiseta.

De vuelta a nuestra habitación, parada en un Carrefour para comprar la cena y el desayuno. Ya estaba todo listo para el gran día.

Tras cenar un sandwich de pechuga de pollo y queso bien cargadito, galletas, un plátano, y beberme dos biofrutas mediterráneos; llegó el momento de irse a la cama a descansar lo máximo posible.

A las 6 sonó el despertador y nos pusimos en marcha. Nuevo sandwich de pollo y queso, más galletas y otro plátano, regados por dos biofrutas pacífico. Unas cuantas visitas al retrete (no serían suficientes...), tiritas en los pezones, vaselina en las partes con riesgo de rozaduras y listo.

Con todo el tiempo del mundo, Alejandro y yo nos dirigimos hacia la zona de salida. El ambiente es muy relajado. No hay los agobios de Madrid o Barcelona, y siempre se agradece el poder estar tranquilo antes de afrontar un reto como el de correr 42 kilómetros, que, por muchas veces que se haga, siempre intimida un poco.

Momentos antes de la salida, nos despedimos y deseamos suerte, ya que mi amigo se coloca con el globo de 3:15 y yo me quedo entre el de 3:30 y el de 3:45.

Empezamos!!

La salida se produce sin agobios. En todo momento puedo correr al ritmo que me había marcado. Decido no mirar el reloj y centrarme en el globo de 3:45 que llevaba por detrás: mientras no me pase, mantengo el ritmo; si me coge, me agarro a él como sea. Ésa fue mi brillante y elaborada estrategia de carrera.

Los primeros kilómetros trascurren sin ninguna incidencia. Me encuentro muy cómodo y el calor aún no aprieta. 
Empiezo a notar que la vejiga se empieza a quejar, y decido no dejarlo para más tarde y en un parque me detengo a hacer mi primera parada técnica.
Me reincorporo a la carrera aún por delante del globo de 3:45 y mis piernas siguen yendo muy cómodas.
Paso el kilómetro 10 en poco más de 50', dos minutos más rápido que en Barcelona.
El recorrido es muy plano, con alguna calle que pica hacia arriba, pero en general es muy cómodo de correr.
Este primer cuarto de carrera transcurre en gran medida por el núcleo urbano de la ciudad, por lo que no se hace pesado y hay bastante animación.

A partir de aquí, la carrera empieza a desviarse por las urbanizaciones de reciente construcción, más alejadas y con largas y monótonas avenidas, que se solían hacer primero en una dirección y luego en la otra. Me recordó a la Media Maratón de Getafe y al Maratest de Alcorcón.

Empiezo a sentir algo más que ganas de orinar... En el km 15 se suponía que había cabinas para ir al baño, pero tras preguntar a varios voluntarios y no ver nada claro el tema, decido entrar en un bar y "soltar lastre". Y vaya si lo necesitaba...

Al volver a la carrera, pregunto a un corredor por el globo de 3:45, y me dice que irá a un minuto más o menos por delante. Aprieto el ritmo y en una recta ya lo veo.
Decido mantener el ritmo que había llevado hasta ese momento, ya que era superior al del globo, y poco a poco me iría acercando a él.

Paso la mitad de carrera en 1:52. Voy muy bien. Varios segundos mejor que en Barcelona y eso tras parar en el bar.
El calor va apretando, y ya tengo ganas de llegar al km 25, donde estaba el primer avituallamiento sólido (un poco tarde en mi opinión, ya que no tomo geles y dependo totalmente de este tipo de avituallamientos).
Comentar al respecto que no me gustó que dieran el agua en vasos. La bebida isotónica, vale, pero el agua en vasos se queda muy escasa, y más en un día de tanto calor.



Por fin me uno al grupo del globo de 3:45, y decido seguir a mi ritmo, dejándolo atrás.
Pero al poco, un nuevo apretón en mi vejiga me obliga a volver a parar, y el globo vuelve a superarme.
Vuelta a empezar...

La carrera se acerca al km 30. La zona es pestosa y monótona a más no poder: grandes avenidas, largas rectas que se hacen en ambas direcciones, y en el cielo un sol implacable que ya calienta a más de 25º.

Vuelvo a ir delante del globo de 3:45, pero ya no me noto tan cómodo como antes. Me cuesta dar cada zancada, y los kilómetros se me hacen eternos. Sufro. Cada vez más.

34, 35, 36... Los kilómetros parecen años. Voy muerto por el calor, casi sin fuerzas. Los demás corredores van también muy tocados. Muchos van andando, otros vomitan o están tirados en el suelo. Esto es maratón. Es muy duro, y a veces se nos olvida.

En el km 37 vuelvo a ser rebasado por el globo de 3:45, aunque el grupo de atletas que va con el ya no supera las tres unidades. El calor y la maratón están causando estragos.

Entonces, un hecho aislado cambia mi situación radicalmente. Una espectadora me ofrece una botella de agua fresca. Bebo con ansia, mojo mis piernas y mi cabeza, y me siento revivir.
Subo el ritmo y doy alcance al globo de 3:45 por última vez. 
Cada vez voy mejor. Volvemos a entrar en el núcleo urbano. La animación es espectacular.
Un último obstáculo tras salir de un túnel (durísima rampa a esas alturas de carrera) y enfilar los últimos metros rodeado de un mar de gente a ambos lados de la calle que no cesa de animar. Grandísimo final el de esta carrera.









Por fin, cruzo la meta y levanto ligeramente el dedo. Aquí si he sufrido, y necesitaba descargarme. El tiempo, 3:44:47.



1:50 peor que en Barcelona, pero contando las paradas y el calor, estoy muy satisfecho de mi marca.

Grandísima experiencia esta maratón vitoriana. Una bonita ciudad y una maratón que se nota que está hecha con mucho mimo y por y para el corredor. Tiene aspectos a mejorar, pero la valoración general es positiva.

Ahora un merecido descanso y a cargar las pilas para afrontar con la máxima ilusión mi primera maratón internacional; el 18 de Octubre junto a mi hermano en Lisboa. Esa sí que va a ser grande!!!























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