jueves, 1 de mayo de 2014

ROCK N ROLL MADRID MARATÓN



Era la carrera más esperada del año. Mi debut en la distancia mítica. La meta de todo runner.
Pues bien; ahora puedo decir que soy "maratoniano", entre comillas. Esta es la historia de mi primer maratón:

A las 6:30h del Domingo pasaba a recogerme mi amigo Alejandro y nos dirigimos al punto de encuentro donde un autobús nos llevaría a Madrid. En total, eramos una expedición de 15 personas.
Yo voy tranquilo y confiado en mis posibilidades. Estoy convencido de poder hacer 3h30.

Cuando llegamos a Madrid, ya son casi las 8:30, y la carrera de 10km ya ha comenzado. Un policía nos dice que no podemos acercarnos más, que está todo cortado. Nos toca bajarnos y correr una distancia de 3km en menos de 20 minutos. Ideal antes de una maratón...

Finalmente, llegamos a la Cibeles y me coloco en mi cajón correspondiente. No hay nervios, sólo ganas de empezar a correr y disfrutar de esta experiencia.
A ritmo de ACDC y su "Highway to Hell" se da la salida. 42.195 metros me separan de mi meta más deseada.

El ritmo inicial es cómodo y relajado. Queda mucho por delante y hay mucha gente. Paso el primer kilómetro en 5:38.

Vamos subiendo La Castellana rumbo al Santiago Bernabeu. En este tramo me dedico a observar cada detalle de la carrera: el público, las caras de la gente, sus indumentarias (fui adelantado por Batman y Robin)...; en resumen, disfrutaba.

El paso por el kilómetro 5 es ligeramente superior a los 27 minutos.Y es aquí donde mi cabeza y mi inexperiencia, por no decir estupidez, empiezan a fraguar lo que a la postre sería mi perdición (unido a otros factores). Comienzo a pensar en tiempos y me olvido de disfrutar. Me digo que voy más de dos minutos retrasado de mi tiempo objetivo y que los tengo que recuperar. Y poco a poco incremento el ritmo.

Tengo que ir dando acelerones continuos para ir pasando gente, y para recuperar el tiempo perdido en los avituallamientos. Llevaba una pulsera con los tiempos de paso para hacer 3:30, y no recuerdo en qué kilómetro fue, si en el 10 o en el 15, pero sé que me puse acorde con mis pasos marcados.

La carrera sigue avanzando y me encuentro bien. Es impresionante pasar por Gran Vía y Sol abarrotadas de gente que no para de animar. El próximo objetivo es pasar el ecuador de la carrera, al cual llego en 1:47:38, dos minutos y medio peor de lo que tenía previsto. No me explico aun qué me pasó, pero para nada tuve la sensación de haber bajado tanto el ritmo. Algo no iba bien.

Poco a poco la carrera me lleva hacia La Casa de Campo, punto donde los veteranos en esta prueba señalan que empieza de verdad la maratón. En este punto ya me noto muy justo de fuerzas, y tengo que hacer esfuerzos por no echarme a andar. Estoy empezando a sufrir la dureza de la carrera.

Salgo de la CDC a duras penas. Es el km 30; quedan 12, y mentalmente es un golpe brutal para mí.
Sigo avanzando a un ritmo muy lento. Los kilómetros parece que no pasan y las piernas me pesan cada vez más. Además, estoy empezando a notar un dolor intenso en el pie izquierdo que no me deja apoyar bien.

En el km 32 la situación me supera y decido echar pie a tierra. Cada paso que doy andando se me clava en lo más profundo de mí. Los que me conocen saben como odio rendirme y dejar de luchar. Pero hoy no podía más.

Para tratar de motivarme, me fijo la meta de bajar de las 4 horas. Esto me anima momentáneamente y echo a correr de nuevo. Pero será breve. No puedo ni con mi alma. Las piernas no van, y me noto vacío y desanimado. Siento que he fracasado y me he fallado a mí mismo.

Paso los kilómetros alternando trotar con caminar, aunque esto último va ganando cada vez más y más protagonismo. Cada punto kilométrico se me hace una eternidad. Pienso en retirarme. No quiero acabar así, arrastrándome. No quiero una medalla que me recuerde mi fracaso.

No para de pasarme gente, y me muero de envidia al ver a muchos de ellos sonriendo y disfrutando de la carrera. También veo a otros más tocados que yo tirados en los bordillos con las piernas totalmente acalambradas.

En estas llego al km 40, y ya decido que voy a terminar. El objetivo de bajar de 4 horas también se ha esfumado. Sólo quiero llegar y mandarlo todo a la mierda. Andando veo el cartel del km 41, y decido echar a correr. Un trote cochinero, pero al menos no es andar. 
Empieza a verse el Retiro. Madrid está inundado de gente animando sin parar. Pienso en lo increíble que habría sido vivir ese ambiente como un triunfador, en vez de haberme arrastrado por la ciudad.
La entrada en el parque pone los pelos de punta.
Un pasillo de gente te lleva hacia la meta.
No sonrío, no levanto los brazos. No hay nada que celebrar.
Soy un finisher, no un maratoniano. La distancia me ha derrotado. No me valen las típicas frases de "has terminado y eso ya es un éxito" y similares. Para mí no lo es. No he entrenado para andar casi 5km y para hacer más de 4 horas. He fracasado y sólo yo sé lo que me duele.

Al final, 4h11 que quedarán para siempre como mi penoso debut en una maratón. Me ponen la medalla y no me sabe a nada. Un cacho de metal que me han dado por andar, no por correr.



Estoy destrozado, física y mentalmente. El pie izquierdo me duele muchísimo (de hecho, aun hoy no puedo andar bien y lo tengo hinchado).
No hay excusas.

He reflexionado mucho desde el Domingo, y he sacado varias conclusiones:
- Nada de tiempos; el único objetivo será disfrutar (cosa que no he podido o sabido hacer en este)
- Llevar un ritmo muy conservador hasta el km 30
- Entrenar más. Yo corro tres días a la semana entre 40-50km. No ha sido suficiente. No pienso aumentar mis sesiones semanales de carrera, pero sí subir los kilómetros semanales a 55-60 y meter dos sesiones semanales de una hora de bicicleta.

Si el pie me deja, el 1 de Junio en Aguilar de Campoo volveré a enfrentarme a la distancia. La preparación de Mayo va a ser nula, pero confío en saber correr con más cabeza y no perseguir ningún tiempo concreto. Quiero disfrutar de esta carrera mítica y sentirme maratoniano. Sin comillas.

Sobre el maratón de Madrid, sólo puedo hablar bien. La experiencia de correr por la principales calles de la capital es impagable, y el público es sencillamente espectacular. Los últimos kilómetros tienen que ser inolvidables si se va con fuerzas, porque la gente anima sin parar y te hace sentir un campeón. Y la meta en el Retiro es mágica. Tengo una cuenta pendiente con esta carrera y seguro voy a volver para vivirla como se merece.

En un mes y junto a mi hermano, espero poder decir con orgullo que he corrido una maratón.



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