Había completado mi primera carrera; había conseguido una gran marca (en ese momento así me lo parecía)...; estaba eufórico.
Tanto, que apenas le dí importancia al hecho de que toda la tarde anduve con una cojera bastante evidente.
No había tiempo para eso. 7 días después correría junto (o contra, depende como se mire, jaja) mi hermano en Valladolid, en la Carrera Popular "Don Bosco"
Salí a entrenar como cada Martes; pero no terminé como los anteriores. Es más, no terminé ni corriendo. No soportaba el dolor de mi rodilla izquierda.
Empiezo a preocuparme.
El Jueves, nuevo test: 35 minutos corriendo en la cinta. De nuevo, sigo sin soportar el dolor.
Cojeo al andar, me duele cuando duermo....
Empiezo a preocuparme aun más.
En estas, llegó el día de la carrera. 9.450 metros por delante y una rodilla que ya no cojea al andar.
-"Puedo hacerlo-", me dije.
Salí calentando con mi hermano hacia la salida, y las sensaciones no eran malas.
-"¡¡Puedo hacerlo!!-", me dije a mi mismo más convencido.
Y arranca la carrera, y arranco yo con mi tradicional salida kamikaze. Voy bien, y tengo a mi hermano por detrás. Todo correcto.
De repente, un dolor en la rodilla izquierda empieza a hacer acto de presencia, y cada vez se esfuerza más por que le preste atención.
Y llega el remate que destruye mi moral: mi hermano me adelanta como un tiro y no puedo seguirlo.
Ante esta negra perspectiva, y con sólo 15 minutos de carrera realizados, decido dejar de forzar mi rodilla y abandonar la carrera.
Más tarde me entero de que la cosa va para largo, así que adiós a mi objetivo inicial: la media de Segovia, para la que ya estaba inscrito.
Desde ese momento comienza otra carrera de tres meses; la de mi recuperación hasta que vuelva a poder correr de nuevo.
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